Ana Peña en nombre de Arkeolan
Praileaitz: el tiempo corre en su contra
La cueva de Praileaitz en el municipio de Deba (Gipuzkoa) se ha convertido en los últimos meses en un foco de noticias importantes; primero fueron los hallazgos realizados en las excavaciones arqueológicas que lleva a cabo el equipo dirigido por Xabier Peñalver y Sonia San José de la SC Aranzadi, entre los que destacan una colección de colgantes extraordinarios, de piedra y decorados, con más de quince mil años de antigüedad, además de la identificación del lugar como espacio espiritual; luego han trascendido los problemas de conservación por su emplazamiento en el frente de explotación de una cantera, y el hallazgo de pinturas del período Solutrense en su interior.
Ahora el debate se centra en las medidas de protección que ha establecido el Decreto del Gobierno Vasco que ha sido contestado por cientos de especialistas, de artistas e intelectuales, movimientos ciudadanos y sociedades científicas; también el Parlamento Vasco ha terciado en esta polémica y ha recomendado al Departamento de Cultura de Lakua que modifique su decreto, por insuficiente. Sin embargo, se mantienen en su postura, introduciendo elementos de dilación como el contrainforme encargado a un profesor británico, prácticamente desconocido en el mundo académico, que no ha resuelto nada.
El tiempo corre en contra de la preservación de Praileaitz y es, cada día que pasa, más urgente tomar conciencia de la situación. Arkeolan ha considerado oportuno trasmitir a la opinión pública su posición de apoyo a la demanda de paralización de las voladuras en el frente de la cantera donde se sitúa la cueva y de modificación del decreto del Gobierno vasco, de modo que quede protegida la cueva y su entorno.
En nuestra opinión, no puede aceptarse la opción del pirulí, expresión acuñada para referirse al volumen de piedra de 50 m de radio que quedaría aislado en medio de una explanada a nivel del río, si se cumplieran las previsiones defendidas por el equipo de Miren Azkarate. Hemos recibido un legado cultural de extraordinario valor, un auténtico tesoro que, aunque inesperado, nos ha tocado en suerte y lo mínimo a que podemos aspirar es a que se conserve en su contexto, junto con la reducida porción de ladera que todavía las máquinas no han engullido y que constituye el escenario natural del espacio sagrado de la cueva de Praileaitz. A las autoridades corresponde preservarlo y adoptar las medidas oportunas para ello, incluidas las indemnizaciones si fuera necesario.