Tragedia en China
«Hileras de casas» se derrumban en Sichuan por un potente terremoto
China vivió el peor terremoto en treinta años. La provincia de Sichuan sufrió el mayor impacto. El epicentro se situó cerca de Wenchuan, una zona muy turística. Los primeros balances hablaban de más de 8.553 muertos.
GARA | BEIJING
Un potente terremoto sacudió ayer la provincia china de Sichuan, al suroeste del país y la más poblada con 87 millones de personas. Edificios enteros, entre ellos, al menos ocho escuelas, se vinieron abajo. Las líneas telefónicas así como el agua y la electricidad quedaron cortadas en numerosas localidades.
El epicentro se situó en el condado montañoso de Wenchuan, que tiene 111.800 habitantes y acoge la reserva natural de Wolong, dedicada a la investigación y alimentación de los pandas gigantes en peligro de extinción. Las autoridades temían que hubiera sufrido daños. Nadie pudo contactar con el centro. Más al este está la Presa de las Tres Gargantas, aún en construcción. Los expertos habían advertido de que este proyecto podía aumentar el riesgo de terremotos.
El fuerte temblor se llegó a sentir en muchas ciudades del sudeste asiático, desde la capital tailandesa de Bangkok -a 1.800 kilómetros de Wenchuan- hasta Beijing. El primer ministro, Wen Jiabao, pidió «calma, confianza, valor y una organización eficiente» para superar este «grave desastre». «Nos sobrepondremos», prometió.
El de ayer es el terremoto más mortífero ocurrido en China desde 1976. En aquel año, cerca de 240.000 personas perdieron la vida en un seísmo de 7,8 grados en la escala de Ritcher que golpeó la ciudad industrial de Tangshan, situada a 200 kilómetros al este de Beijing. Expertos occidentales hablaron de 700.000 víctimas.
El balance provisional cifra en más de 8.553 los fallecidos, aunque podría aumentar considerablemente, ya que nueve horas después del terremoto, los equipos de rescate aún no habían podido acceder a Wenchuan.
En las tres primeras horas, los centros sismológicos chinos detectaron más de 300 réplicas, algunas de hasta seis grados.
En Beichuan, próximo a Wenchuan, se estima que hubo más de 3.000 fallecidos porque el 80% de los edificios quedaron destruidos por el primer temblor y las posteriores réplicas.
En Shifeng, al norte de la superpoblada capital provincial de Chengdu -a 92 kilómetros de Wenchuan y de 10 millones de habitantes-, se desplomaron dos fábricas químicas sepultando a cientos de personas y obligando a evacuar a otras 6.000. El derrumbre provocó la fuga de 80 toneladas de amoníaco.
En Dujiangyan, a las afueras de Chengdu y la más cercana al epicentro, casi mil alumnos quedaron atrapados entre los escombros. Los equipos lograron rescatar 50 cadáveres. Se estima que, al menos ocho escuelas quedaron destruidas.
Una de ellas fue el centro de secundaria de Juyuan, de tres plantas. Los estudiantes trataban de salir como fuera de las ruinas, mientras en medio del llanto pedían ayuda. Dos adolescentes lograron escapar a tiempo porque, según relataron, «corrimos más deprisa».
Gao Shangyuan, residente en esta localidad, afirmó haber visto cómo algunos estudiantes saltaron por las ventanas y otros pocos consiguieron bajar por las escaleras que, milagrosamente, habían quedado en pie.
Li Chongxi, subsecretario del comité provincial del Partido Comunista en Sichuan, que dirige el equipo de rescate, estaba bloqueado en Dujiangyan. «Estamos haciendo lo posible, pero las carreteras están bloqueadas por piedras y rocas», explicó a la agencia Xinhua. Los equipos de rescate no paraban de retirar escombros para facilitar el paso hacia las zonas afectadas por el seísmo lo más rápido posible.
«Estábamos en una calle bastante estrecha cuando todo empezó a temblar. Las alarmas de los coches saltaron de repente mientras los cristales se hacían añicos. Edificios enteros fueron evacuados, la gente estaba en estado de shock, sobre todo, después de que los telefónos móviles dejaran de funcionar. El tráfico estaba colapsado. Era un caos y una situación muy surrealista», relató a la cadena británica BBC Casper Oppenhuisdejong, que trabaja en Chengdu para una compañía alemana.
Un empleado de la oficina sismológica de Sichuan subrayó que «la carretera comenzó a moverse justo cuando iba conduciendo. Las rocas cayeron de las montañas, empañando el valle con un oscuro polvo».
Gilles Barbier afirmó que cada 20 o 30 minutos sentían nuevos temblores de tierra. Ronen Medzini, un estudiante israelí, explicó a AP que el suministro de agua y las comunicaciones resultaron severamente dañadas. «Todo el mundo está sentado en las calles, los pacientes han sido evacuados de los hospitales y están esperando fuera», añadió.
Por otra parte, el Departamento Provincial de Asuntos Civiles indicó que en la vecina provincia de Gansu hubo por lo menos 48 muertos y 16 heridos graves, así como 20.000 evacuados. En la de Shaanxi, al noroeste y cercana a Sichuan, fallecieron 61 personas. El terremoto también afectó a la municipalidad de Chongqing, donde 50 personas perdieron la vida, entre ellas, cuatro niños que quedaron sepultados en los escombros de una escuela.
Mientras China intenta evaluar el alcance de este devastador seísmo, en Myanmar, diez días después del paso del ciclón Nargis, la Junta Militar tuvo que admitir que algunas regiones continúan inaccesibles. El ministro birmano de Planificación Nacional y Desarrollo Económico, Soe Tha, agradeció a la ONU y todos los países las subvenciones recibidas, pero reiteró que de la distribución se encargarán los birmanos. «Se acepta la ayuda de cualquier país, pero el reparto esta en manos de organismos locales», insistió. La ayuda sigue entrando con cuentagotas, ya que la Junta se muestra muy reticente a aceptar la colaboración extranjera, sobre todo, de Occidente. Antes de ocurrir esta catástrofe, Myanmar, donde los militares gobiernan desde 1962, era uno de los países más aislados del mundo.
Pero, el volumen de la ayuda dista mucho de ser suficiente. La ONU y organismos internacionales criticaron las dificultades logísticas y administrativas, en particular, para obtener visados. «Ha habido pequeños avances gracias a nuestro empeño», declaró un responsable de la ONU, que calculó entre 1,2 y 1,9 millones las personas que están luchando por sobrevivir. La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) advirtió de que «el número de muertos podría aumentar de 63.290 a 101.682. A menos que haya una masiva y rápida llegada de ayuda, expertos y suministros a la zonas más afectadas, va a haber una tragedia de escala inimaginable», afirmó Greg Beck, del International Rescue Committee.
Por otra parte, un portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PAM) en Bangkok, Marcus Prior, lamentó que, pese a los esfuerzos que están haciendo, la ayuda alimentaria sólo está llegando al 20% de los afectados. «Pensamos que necesitamos introducir 375 toneladas de alimentos al día y estamos llevando menos del 20%», subrayó.
Ayer partió desde la base U-Tapao de Tailandia el primer avión militar estadounidense hacia Myanmar. El aparato transportaba agua, mosquiteras y mantas.
Por su parte, la ONG World Vision alertó que los desplazados internos están viviendo hacinados, lo que, sumado a las pésimas condiciones sanitarias y al agua contaminada, eleva las posibilidades de brotes de cólera y disentería. Resaltó también que «el viaje puede ser un riesgo para la salud, dado que no cuentan con comida y el agua que encuentran está contaminada con restos de cadáveres humanos y de animales».
En Myaung Mya, una región a 50 kilómetros de Labutta, el personal de esta ONG encontró a más 30.000 personas que habían ido hasta allí en busca de agua y medicinas.
Testigos en zonas afectadas de Sichuan y Yunnan afirmaron haber visto «cuadras enteras» reducidas a escombros, mientras los heridos eran atendidos en plena calle.
Las provincias que sufrieron el impacto del terremoto suman una extensión de más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, donde viven más de 200 millones de personas.