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Que el susto sirva para aparcar de una vez el «chip» de los 80

RAMON SOLA

Osasuna puede mirar hoy al futuro tras eludir la caída a esa Segunda que es como un pozo al que te asomas y no ves el fondo (que pregunten al Sporting, o mejor al Oviedo). Muchos se preguntarán cómo es posible que un equipo que fue cuarto hace dos años y semifinalista de la UEFA el pasado haya rozado el desastre. Se podría responder que el bloque se deshizo. Que los arbitrajes han sido infames. Que el Recre le ganó los seis puntos de chiripa. Que con partidos de 85 minutos tendría seis puntos más. Que la salvación ha estado más cara que nunca. Es verdad. Pero no es toda la verdad.

Osasuna sigue siendo una rara avis. Es el único club pequeño que hizo las cosas tan bien que no fue obligado a convertirse en sociedad anónima deportiva. Su estilo se patentó en los 80 sobre una palabra: humildad. Nunca se espe- ra nada grande, así que lo bueno es bienvenido pero lo malo se asume con naturalidad. A los entrenadores no se les echa. A los jugadores no se les chilla. Los medios contribuyen al buen rollito, aunque sea a costa de dulcificar ciertas realidades. Osasuna imprimió esta forma de actuar en los años 80: era lógico, como recién llegado tras 17 años en Segunda. Y la humildad trajo éxito, económico y deportivo.

Desde entonces ha pasado un cuarto de siglo, la vida ha cambiado, y el fútbol también. Pero Osasuna, no tanto.

Tres ejemplos diferentes:

-Marzo de 2003: Los rojillos llegan a semifinales de Copa y el sorteo les depara una oportunidad histórica para entrar en su primera final: el Recre, colista de Primera, con el partido de vuelta en El Sadar. La afición comienza a soñar. Pero el entrenador, Javier Aguirre, opta por priorizar su política de equilibrios entre la plantilla y decide alinear en la ida a todo el equipo B (Paqui, Gancedo, Brit...). La directiva deja hacer. Los medios no critican o incluso justifican. La afición, qué remedio, se resigna. El resultado es predecible: 2-0 en Huelva y sueño acabado. Por suerte, la historia daría otra opción a Aguirre, dos años después: entonces alinea a los titulares contra el Atlético de Ma- drid, y Osasuna sí es finalista.

-Enero de 2007: El once del neófito Ziganda ha encadenado una serie de cinco victorias que le ha dado el título honorífico de mejor equipo del mundo del mes anterior. Empieza a mirar hacia arriba en la tabla. Pero en el Calderón sufre un arbitraje muy riguroso. Acaba con siete y pierde 1-0 en la recta final. Ziganda decide marcar su propio estilo y felicitar al colegiado. Los árbitros le galardonan al final de temporada. Pero en este colectivo queda un concepto: en caso de duda, Osasuna nunca se queja.

-Agosto de 2007: El equipo de la Champions queda desmantelado. Era imposible retener a Raúl García, Valdo o David López. Pero quizás sí a Webó, y decididamente sí a Cuéllar. El club vuelve a jugar a humilde: aunque el jugador se declara dispuesto a quedarse y ya se había hecho mucha caja, se cogen los 3 millones de euros del Rangers, como si rechazarlos fuera pecado. Como Osasuna es tan humilde, por cierto, todos los titulares de pretemporada destacan que hay más gasto en fichajes que nunca, aunque en realidad el ingreso por ventas haya sido el doble.

Moraleja: La humildad de los 80 se queda corta para la liga hipercompetitiva de los 2000, en la que mantener simplemente la categoría exige apretar los dientes en todos los aspectos y desde todas las áreas. Aquella humildad se lee hoy como conformismo. Ser simpáticos no basta. Hoy no se aprecia más que un estamento en esa clave: la afición, capaz de mover a 7.000 personas a Burdeos en un día de labor para un partido de algo tan devaluado como la UEFA. El mejor referente para cambiar el «chip».

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