Jose Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV
Elecciones en la UPV
El lema de la campaña de Pérez es «una nueva universidad para un nuevo tiempo». Pero ese nuevo modelo que propugna es el del viejo sistema norteamericano dependiente totalmente de la empresa y del mercado
E l único candidato al puesto de rector, Juan Ignacio Pérez, se prepara para renovar por cuatro años su mandato. En una universidad tan corporativista como la UPV el aspecto financiero resulta siempre clave para el reparto de influencias. Y en este sentido el catedrático de biología no puede quejarse del trato recibido: aumento considerable de la dotación presupuestaria del Gobierno vasco, plan de financiación estable... Además promete la creación de nuevas infraestructuras y otros proyectos. Instituciones como las diputaciones y Gobierno le miman, la mayoría de los partidos políticos le apoyan, el mundo empresarial le ve con buenos ojos y los medios de comunicación cuidan su figura y publicitan los logros universitarios.
Su gestión se ha desarrollado en un ambiente de cierta tranquilidad, lo que le ha favorecido ante los poderes sociales y políticos que valoran mucho una situación de normalidad universitaria. Sólo ha tenido la oposición de los estudiantes de Ikasle Abertzaleak con el tema de Bolonia, que intenta resolver con patadas al cuerpo y un riguroso catálogo de sanciones, así como la de algunos sindicatos debido al conflicto provocado por la asignación y reparto de las primas por rendimiento. Éste es un problema difícil de resolver y la principal responsabilidad no recae en el rector, sino en la agencia externa de evaluación (Uniqual). Toda evaluación universitaria, salvo en algunos aspectos objetivables, es eminentemente cualitativa y por lo tanto sujeta a criterios diversos susceptibles de interpretación. Siempre dará lugar a críticas de los desfavorecidos y engendrará frustraciones y agravios. Se trata de un problema estructural que puede acabar en pérdida de productividad académica por la competitividad negativa que origina. Es el tributo a pagar por la introducción de valores provenientes del mundo productivo en un espacio tan difícil de medir como la enseñanza y la investigación. Porque no todo es pesable en esta sociedad regida por el número y lo cuantificable que jerarquiza y divide.
Estamos de acuerdo con el candidato en la ausencia de proyecto por parte de la oposición. En el caso de oposición española y antinacionalista (UGT y CCOO), que controló la universidad desde Goiriena hasta hace cuatro años, la falta de candidato proviene del cambio de la coyuntura política en la UPV. Porque este amplio sector se aglutinó contra la lucha que desplegaron contratados y estudiantes a favor de un cambio profundo. Fue una reacción ante el peligro de modificación del espacio de poder y privilegios en que se habían instalado.
Desaparecida la política, sólo quedan los intereses y con ellos la dispersión. La división de candidatos de hace cuatro años ha dejado paso a la impotencia actual. Las figuras de antaño se dedican a lanzar manifiestos contra el candidato único reclamando el voto negativo y denunciando la pérdida de una autonomía universitaria que nunca existió. En cuanto al sector abertzale o crítico del PAS y profesorado, las razones expuestas para no presentarse -déficit de representatividad de los órganos de gobierno- creemos que no son más que una disculpa. Pensamos que el motivo real es la falta de una auténtica alternativa al modelo universitario por acomodación y progresiva integración. Han presentado un manifiesto genérico que carece de concreciones y compromisos. El rector, buen cooptador, puede muy bien hacerlo suyo en su mayoría. Los propios redactores han limitado sus pretensiones al considerarlo como un documento de ideas a debatir y propugnado, en consecuencia, la libertad de voto.
Lo paradójico del caso es que este único candidato parece concentrar las críticas de tirios y troyanos. Sectores españolistas propugnan el no o la abstención. IA la abstención activa. Muchos otros estudiantes y sectores del PAS se oponen a él por su distanciamiento con respecto a sus problemas. Algunos universitarios lo consideran un tecnócrata de poco fuste, prepotente y arrogante. Nos asombra las pocas simpatías que concita. De todas formas, consideramos que su elección está garantizada por el contrato blindado que parece tener con el poder institucional. Muy pocos desean una crisis que perjudicaría a demasiados intereses.
El lema de la campaña de Pérez es «una nueva universidad para un nuevo tiempo». Pero ese nuevo modelo que propugna es el del viejo sistema norteamericano dependiente totalmente de la empresa y del mercado. Sin embargo, el filósofo Jean Hyppolite nos recordaba que el destino de la institución universitaria no es la inmovilidad «aunque ésta se disfrace de novedad», sino su capacidad de concentración de la idea histórica entendida en su sentido emancipador. Y lo que está en juego en este momento es la necesidad de una idea y una práctica antineoliberal que debe de poner en solfa y cortocircuitar el modelo reduccionista y empobrecedor que quieren imponer.