Los equipos de rescate continúan buscando posibles supervivientes bajo los escombros, pero

las posibilidades de sobrevivir son casi insignificantes nueve días después, y los extranjeros que han colaborado en las tareas de rescate empiezan a abandonar el país para dejar paso a los equipos médicos. A partir de ahora, los esfuerzos se concentran, sobre todo, en atender a los alrededor de cinco millones de personas que lo han perdido todo y sobreviven, bajo la lluvia, en condiciones precarias y expuestos al riesgo de epidemias.

El primer ministro chino, Wen Jiabao, pidió el envío de 40.000 tiendas de campaña antes de que finalice mayo y de 90.000 más en junio, que se van a añadir a las aproximadamente 280.000 ya distribuidas en Sichuan, la provincia más afectada por el devastador terremoto del pasado 12 de mayo.

Se ha pedido, además, el envío de telas plásticas para proteger a los miles de supervivientes sin hogar de las lluvias que comienzan en la región y que han convertido el suelo en un lodazal, acelerando la descomposición de los cadáveres de los animales fallecidos.

A la entrada de Mianzhu se concentran las tiendas de campaña azules que albergan a más de 7.000 personas venidas de tres pueblos de montaña y de la ciudad de Hanwang, completamente arrasados por el seísmo.

En Chengdu, capital provincial, muchos de sus habitantes prefieren vivir a la intemperie por temor a nuevas réplicas.

En Beichuan, invadida por moscas y mosquitos, se teme la aparición de enfermedades, favorecidas por la concentración, bajo un calor húmedo, de cientos de miles de refugiados, en centros de acogida, en muchos casos sin aseo ni agua corriente.