Decía ayer el eximio José María Carrascal en «Abc» que «sólo las víctimas de ETA y los amenazados por ella se habrán alegrado más de las detenciones de Burdeos que el autor de este artículo». O sea, un alborozo y una fiesta indescriptibles.

Pero siempre hay un pero y al de las corbatas policromadas no se le escapaba el más gordo de los peros: «dicho esto, como alguien que viene escribiendo sobre la banda terrorista prácticamente desde que comenzó a matar, me creo obligado a advertir contra un exceso de optimismo. ¿Cuántas veces se ha detenido a `la cúpula de ETA'? ¿Cuántas, se la ha desarticulado? Pues tantas como al comando Vizcaya. ETA es como uno de esos animales inferiores que si pierden un miembro, lo regenera automáticamente. Así que debemos contar con que ya esté en funcionamiento su nueva dirección». O sea, que menos fiesta y menos alegría.

Se preguntaran la lectora y el lector el porqué de tanta precaución. Pues lo explica el propio columnista: «Si ETA fuese sólo una banda criminal, la cosa sería mucho más fácil. A una banda criminal se le descabeza, se desarticula, y se acabó. Pero el problema de ésta es que, además de una organización terrorista, es el sustrato del nacionalismo vasco. (...) en el tipo de nacionalismo de que hablamos, ETA es su fuerza elemental y primaria, los gudaris, los luchadores por sus esencias. De ahí que cuando los hijos de gallegos o andaluces quieren adquirir carta de nacionalidad vasca ingresen en ella, la altanería con que sus dirigentes miran a los demás nacionalistas y la admiración subterránea que despierta en ellos. Bastaba ver la cara de los dirigentes del PNV al enterarse de las detenciones de Burdeos. Ni la menor alegría. Aunque supieran que los detenidos pudieran haber dado la orden de asesinarlos si convenía a los sagrados intereses de su causa. En esta graduación del nacionalismo vasco (...) el rojo corresponde a ETA, el azul, al PNV y el violeta a Aralar, ya en la línea divisoria entre lo telúrico y lo moderno, entre el asesinato y la ética, entre las pistolas y la democracia (...)». No sé yo si será para tanto. Pero si lo dice Carrascal...