Quim Monzó lleva el mundo «grotesco» de las residencias al libro «Mil cretinos»
Karolina ALMAGIA | BILBO
Quim Monzó (Barcelona, 1952) es un visitante asiduo de esta tierra, a la que acude regularmente por motivos gastronómicos y literarios. En esta ocasión ha sido su último libro, «Mil cretinos» (Anagrama), el que le trajo ayer a la Feria del Libro de Bilbo. Se trata de un compendio de cuentos nacidos en la época más dura de la vida de Monzó, la que el escritor pasó asistiendo a la enfermedad y muerte de sus padres. Y, sin embargo, el autor catalán asegura que estamos ante su libro «más alegre y divertido». «Dicen que es negro y trágico. ¡Qué va! Tiene humor porque yo no sé hacer nada sin humor, cada uno es como es. Incluso creo que podría estar subvencionado por la Asociación de Geriátricos Catalanes». El autor de «El porqué de las cosas» y «La magnitud de la tragedia» recordó ayer en Bilbo cómo fueron «los peores diez años» de su vida. «Algunos dirán que soy una nenaza, que no aguanto nada, pero yo lo llevé así. Un día me encontré con dos sillas de ruedas en casa de mis padres, una en cada brazo. Mi familia es bastante peculiar; ha dedicado parte de su vida a cortar los lazos con todos los amigos y familiares, de modo que el marronazo me cayó entero a mí. Han sido años en los que he asistido a la degradación humana y en los que todo el resto de mis intereses quedó a un lado». Al menos, siguió escribiendo -«no sé cuándo ni cómo»- y una vez que sus padres fallecieron y él tuvo la cabeza «clara», se dedicó a limpiar y pulir todo ese material. Lo llamó «Mil cretinos» porque «diez cretinos eran pocos y un millón, aunque haberlos haylos, demasiados».
«El mundo de las residencias es el de la degradación, es tan grotesco que parece que está pasado por los ojos de Marco Ferreri o Berlanga -prosiguió-. La vida sexual en las residencias, por ejemplo, es un flipe. Después de comer hay tantas entradas y salidas, que las enfermeras lo llaman `la hora de las mamadas'. De todo eso, y de otras cosas, ha salido este libro».
Si todos los libros de Monzó tienen un fuerte componente autobiográfico -«escribir es la válvula que te salva de la locura»-, puede que en breve leamos unas «memorias llenas de mentiras», una idea con la que dice «juega» últimamente.