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Unai Ziarreta Presidente de Eusko Alkartasuna

Las cartas boca arriba

Cerrada la vía del acuerdo con el Gobierno español por la intransigencia de Zapatero y del PSOE, bien secundado por el PP, es la hora de que la propia sociedad vasca tome las riendas de su futuro y ponga las bases para la normalización política del país

Ya está. Fin de las especulaciones. El lehendakari, en representación del Gobierno tripartito, ha desvelado el contenido, incluidas las dos preguntas, del proyecto de ley que da cobertura legal a la consulta popular prevista para el día 25 de octubre. El Ejecutivo ha cumplido su compromiso con la sociedad vasca; ahora es el turno del Parlamento vasco, a él le corresponde tramitar la iniciativa y darle rango de ley para proceder a la convocatoria oficial de la consulta.

Es la hora del Parlamento y de la política con mayúsculas. Roto el proceso de paz y con ETA de vuelta a la violencia, es responsabilidad de los partidos tomar la iniciativa en la búsqueda de caminos que conduzcan a Euskal Herria a un escenario de paz y normalización en el que todos los proyectos políticos puedan ser defendidos y materializados democráticamente.

Quizá envalentonados por su triunfo electoral, quizá arrastrados por el desencanto lógico tras la ruptura de sus negociaciones con ETA y de la tregua, lo cierto es que Zapatero y el PSOE han optado por enrocarse y por renunciar en la práctica a un final de la violencia que no sea fruto de la presión policial y judicial sobre ETA. La historia enseña que ése no es el camino pero, sin embargo, en este capítulo nada distingue hoy al PSOE del PP más intransigente de la era Aznar. La resignación parece haber calado hondo en la cúpula socialista y en el Gobierno español: viven entre la asunción de que «ETA seguirá matando» y la autoafirmación de que «el Estado sabrá aguantar».

En Eusko Alkartasuna, en cambio, ni aguantamos ni nos resignamos. De ahí nuestra apuesta firme por la hoja de ruta del tripartito y por avanzar paso a paso pero sin descanso hacia un escenario político fundamentado en el derecho de autodeterminación, hacia un debate que gire en torno a los elementos claves para la resolución del conflicto: el final dialogado de la violencia y el ejercicio del derecho a decidir.

La consulta del 25 de octubre supone un hito inexcusable en este camino. Cerrada la vía del acuerdo con el Gobierno español por la intransigencia de Zapatero y del PSOE, bien secundados por el PP, es la hora de que la propia sociedad vasca tome las riendas de su futuro y ponga las bases para la normalización política del país. Nuestras propuestas han sido sistemáticamente desoídas en Madrid, en 2005 con un sonoro portazo al Nuevo Estatuto Político y ahora con el nuevo desplante del presidente español. Su alternativa es el bloqueo infinito, el veto de cualquier solución que no sea de su agrado aunque tenga el respaldo mayoritario de la ciudadanía vasca. Desengañémonos de una vez por todas. Los abertzales hemos pasado demasiado tiempo mirando a Madrid en busca de soluciones a nuestros males. No habrá sido tiempo perdido si al menos hemos aprendido que el Estado nunca nos reconocerá como pueblo con identidad nacional propia si antes no somos capaces de articular en Euskal Herria, por vías exclusivamente pacíficas y democráticas, una amplia mayoría social y política en defensa de nuestros derechos.

Frente al bloque negacionista que forman PSOE y PP, la consulta popular es un paso adelante hacia la articulación de esa gran ola soberanista que pase por encima de todos los diques. Así, situados el debate y el problema de fondo en los términos de la solución, el Parlamento de Gasteiz tiene en su mano la posibilidad de hacer a la sociedad vasca protagonista única y directa de su futuro y de dar voz, el 25 de octubre, a la demanda inmensamente mayoritaria de acuerdos políticos, sin exclusiones, basados en el primer principio democrático, en el respeto a la voluntad popular.

La iniciativa del tripartito no es un trágala. Es una puerta abierta a un proceso de diálogo, negociación y acuerdo también abierto y sustentado en bases democráticas: la no violencia y el respeto a la decisión de la sociedad vasca. Sólo quienes no comparten alguno de estos dos principios pueden tener alguna reserva, como ya han manifestado el PSOE y el PP amenazando con impugnaciones y prohibiciones.

El suyo es el miedo a la democracia. Nada es más democrático que dar la palabra y escuchar al pueblo. Escuchar a cada ciudadano no divide; al revés, enriquece. Es el temor al propio debate. Acostumbrado como está a discutir en la sombra con Batasuna y con ETA, no es de extrañar que al PSOE le entre vértigo ahora cuando el tripartito sitúa la discusión, con luz y taquígrafos, en los mismos términos, acerca del fin de la violencia y del derecho a decidir. Temen debatir en abierto porque su argumentación no resulta sostenible ante una sociedad que muy mayoritariamente se niega a que nadie decida por ella, ni ETA, por supuesto, ni tampoco Zapatero.

La puerta está abierta y hay todo un camino por recorrer. Será más o menos largo, pero la dirección está marcada y recogida en las preguntas de la consulta. Al Parlamento vasco, el 27 de junio, y a la ciudadanía de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, el 25 de octubre, les corresponde decir si esta senda tiene marcha atrás o si, por el contrario, como pensamos en Eusko Alkartasuna, es el momento de seguir dando pasos adelante, siempre democráticamente, hacia el reconocimiento de los derechos nacionales de Euskal Herria. Hemos puesto las cartas boca arriba. Hemos centrado el debate político en sus justos términos. Hemos abierto la puerta a la articulación de una gran mayoría social y política en defensa de la soberanía de nuestro país. Todos sin excepción debemos actuar ahora con responsabilidad. Nuestro futuro lo merece.

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