Hoy sí que estamos metidos de manera irremediable en un bucle televisivo y las imágenes de la denominada Eurocopa se mezclan con el NO irlandés, haciendo del viejo continente un parque temático. Acostumbrados como estábamos a usar la expresión «ducha escocesa», resulta que el auténtico riego helado lo ha provocado un refrendo popular que ha dado la oportunidad a un millón de ciudadanos de colocar todo el entramado propagandístico del Tratado de Lisboa en sus más bajas cotizaciones. Visto desde una perspectiva pragmática, todo tiene su lógica: el Euribor es la gran amenaza para miles de familias. Hay generaciones que han asumido interiormente que toda su inseguridad económica, el alza imparable de los precios, la provocó el paso al euro. Acaban de decidir en alguna instancia europea de manera confusa que se debería contemplar la posibilidad de la jornada semanal de sesenta y cinco horas. Y por si faltara algo para el escepticismo podemos recordar como Carlos Iturgaiz, Mayor Oreja y Rosa Díez han sido y/o son diputados europeos. Queda claro que existen datos objetivos para ser algo más que escéptico ante un proyecto que parece estar en la agenda de los políticos y gobernantes, y por lo tanto, en la de algunas empresas multinacionales, pero que a la ciudadanía en general no le llegan las ilusiones y más bien las frustraciones en forma de imposiciones y directivas legisladoras que desde Bruselas determinan cuántos litros de leche deben dar nuestras vacas o qué tipo de cereal se debe plantar en nuestros campos. Pero la depresión en la que parece se ha sumido la jerarquía política europea tiene que ver con el resultado de las selecciones de los países denominados locomotoras. Alemania, Francia, Italia están pasándolo muy mal. Inglaterra ni está, y solamente Portugal, que tiene al Durao Barroso como máximo representante de la Unión Europea y a Cristiano Ronaldo como máxima figura mediática en el campo, mantiene las ilusiones, al igual que Holanda y, hasta el momento de escribir estas líneas, la selección en la que no juega Raúl exporta a Manolo el del bombo como expresión cultural europeísta. Irlanda ha sacado la tarjeta roja a Europa.