Fede de los Ríos
Irlanda 1, Lisboa 0
La llamada Constitución Europea fue rechazada por los ciudadanos de Francia y Holanda en sendos referendos de 2005. Cambio de nombre, Tratado de Lisboa le dicen ahora, y no se lleva a consulta popular. Así son los que dicen representarnos en Bruselas. Pero... oh, putada, los irlandeses, siempre tan raros, pusieron en su Constitución que lo que afecte a su política exterior debe ser refrendado en las urnas a través del voto ciudadano.
Resultado: los pelirrojos bebedores de guinness han votado «no» frente al sí defendido por partidos y medios de comunicación, a excepción del Sinn Féin.
Los portavoces de los socialdemócratas europeos hablan de la influencia del catolicismo en el resultado, los voceros liberales lo atribuyen al nacionalismo.
Quizá sea tan simple como no querer poder trabajar 65 horas semanales que ofrecen los defensores de una Europa neoliberal al servicio de las clases burguesas, tan europeas y cosmopolitas ellas, que lo mismo les da que su beneficio sea fruto de la explotación de un obrero alemán, de un obrero rumano o incluso de un senegalés con o sin papeles.
O porque en el Tratado de Lisboa no aparece la soberanía nacional en ninguno de sus artículos. O bien que hayan leído la letra pequeña de los anexos a la Carta de los Derechos Fundamentales que propugna el Tratado de Lisboa, que los deja más tristes que un fado. Si el primer artículo habla del derecho a la vida y el segundo prohíbe la pena de muerte, en el anexo 12 podemos leer: «La muerte no es considerada como infligida en violación de este artículo en los casos en los que resultase recurso absolutamente necesario: (...) contra la violencia ilegal; para efectuar un arresto regular o para impedir la evasión de una persona regularmente detenida; para reprimir un disturbio o una insurrección».
«Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad», excepto «cuando haya motivos razonables para creer en la necesidad de impedirle cometer una infracción».
Muy profiláctico ¿no? Y «si se trata de la detención regular de una persona susceptible de propagar una enfermedad contagiosa, de un enajenado, un alcohólico, de un toxicómano o un vagabundo».
¿65 horas de curro, sin alcohol y sin posibilidad de insurrección? ¡Que le den a la Constitución de los Mercaderes!
Como no les ha gustado el resultado, quieren repetir el referéndum, como ya hicieron en 2001. No tienen vergüenza.