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CRíTICA | Teatro

La Tragedia

Carlos GIL

Rey Lear es la Tragedia. La tragedia de todas las tragedias. Se trata de una obra de actor. Al igual que Hamlet, si no existe el actor capaz de dar vida al protagonista, es algo inviable. En esta ocasión, Gerardo Vera ha contado con Alfredo Alcón, un inconmensurable actor, que le da al personaje un toque de humanidad, un rasgo de desvalimiento que ayuda a resaltar las maldades de esas hijas capaces de luchar sin escrúpulos por el poder político o por la posesión de un hombre que es, precisamente, el desencadenante de la acción: el traidor Edmond, hijo bastardo que cumple una venganza, pero que acaba, también, muerto.

Unas hijas diabólicas, sin límites en su crueldad, que, una vez han heredado del padre, son capaces de desposeerlo, no solamente del poder, sino de cualquier consideración.

La versión que presenta el CDN está firmada por Juan Mayorga y suena limpia y cercana, casi perfecta. Ayuda el trabajo de dicción de toda la compañía, que se mueve en una escenografía realmente exuberante, con un juego muy simbólico en los cambios de escanea, con un buen uso del sonido en cuanto se tocan las espadas y con un vestuario que la coloca en nuestros días, para recalcar que no se trata de un conflicto añejo, sino universal y, desgraciadamente, habitual en algunos de los asuntos tratados, que son muchos, una totalidad del mundo shakespeariano o, como dice el adaptador, «una enciclopedia de lo humano». A lo que hay que añadir: y del teatro.

Se trata de un trabajo teatral solvente, muy recomendable. Un Shakespeare sin complejos y en español nítido.

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