Dedicado profesionalmene a la fotografía arquitectónica, Agustín Albizu (Barakaldo, 1958) ha dejado volar su imaginación para sorprender al espectador con la muestra que acaba de abrir en la Sala Municipal de Barakaldo.

Aunque al comienzo de su carrera recibió varios premios importantes y fue seleccionado por certámenes como el Gure Artea, Albizu llevaba años sin exponer. Ahora retoma su parte artística sin desligarse del todo de su profesión, pues la arquitectura sigue siendo el eje de sus cuadros. Inspirándose en los autores de cine y cómic que desde niño le «hicieron la vida más llevadera», el fotógrafo propone un viaje a un planeta extraño en el que se reconocen edificios, esquinas y fachadas, en una atmósfera inquietante y futurista. Por estas imágenes, en las que sólo falta la música, parece colarse el espíritu de Hergè, Moebius, Kubrick o Ridley Scott. El Puente de la Salve, el Guggenheim, el rascacielos del BBVA, la torre Agbar de Barcelona, el Palau de las Artes de Valencia o el destruido edificio Windsor de Madrid aparecen fotografiados a veces desde ángulos sorprendentes y dejando ver su lado más fantasmagórico. Albizu prefiere las imágenes frontales, aunque manipuladas. Busca líneas paralelas y perpendiculares, siempre sobre fondos oscuros que le dan una plasticidad especial. Aficionado a la cosmología, la Luna es uno de los elementos centrales. «La utilizo casi como hilo conductor entre unas imágenes y otras, por todo lo que tiene de simbolismo, de atracción y misterio». El ordenador es la herramienta de este fotógrafo que, como los de su generación, empezó haciendo montajes con ampliadora y fotocopiadora. «El ordenador es mi medio. Me permite toda clase de juegos, incluso la corporeidad del 3D. Utilizo el PC y creo que tras la defensa del Mac hay mucha tontería; me río un poco de eso en el título de esta exposición: iReal». Efectivamente, el humor es otro de los elementos de la muestra, como la aventura, simbolizada en un elemento que se repite de diferentes maneras: el cohete espacial. Otras veces, los montajes tienen un claro componente crítico, como el titulado «Lo mejor de USA», en el que alude al poder mediático de la publicidad, o el que pone en contraste la vanguardista Torre Agbar con los cercanos y ruinosos edificios habitados por familias sin recursos.