Raimundo Fitero
Hacer país
No es necesario tener dotes admonitorias, ni ejercer de profeta, con los cargos del PNV, siempre que pienses en términos de transversalidad económica y política, aciertas. Ahora hemos visto la regalía que le esperaba a Josu Jon Imaz después de apartarse de la dirección del partido. Presidir una petrolera, que está muy participada, eso sí, es motivo de titulares en los noticiarios televisivos, y en la mayoría de las ocasiones, especialmente en ETB, para colocar por delante su currículo, es decir, para que todavía se note más que se trata de un enchufe, de una correa de transmisión, del pago de lo pactado en su momento y sustanciado ahora en su precio económico para que dejase de dar la lata políticamente. Tú te callas, esperas tranquilo, que te buscamos un chollo en unos meses. Y ahí está, viendo subir el precio del gasóleo y mirando crecer los beneficios. Lo suyos, los primeros, después los de la sociedad que preside y pongo punto y aparte.
Claro está, para estos grandes patriotas, estar en la petrolera, con un sueldo de petrolero, es «una manera de hacer país». Los obreros de esa misma petrolera, si tienen ideas diferentes sobre el mismo país, inmediatamente se considera desde los aparatos de propaganda que ellos no hacen país, ellos simplemente son unos asalariados que lo que quieren es destruirlo. Está claro que para estos caballeros hacer país es engañar, y si se puede por oportunidad en el cargo, robar, a Hacienda, construir viales ferroviarios que producen cicatrices incurables en el paisaje pero dejan estupendas comisiones, y hacer buenas tortillas de patatas en su batzoki.
Ese es el retrato robot de los que hacen país a costa del presupuesto del resto de los paisanos. Porque a estos próceres de la patria, se les supone capacidades infinitas para desempeñar cualquier cargo que esté muy bien remunerado. Y si no, que se lo pregunten a los usuarios de Euskaltel tan bien dirigido por otro de estos que hacen país cobrando cantidades desmesuradas de euros, simplemente porque hay que colocarlos en algún sitio para que no molesten. Eso sí, en nombre de la propiedad privada. Que para ellos es, precisamente, el país que hacen y deshacen. Mientras les dejemos.