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Raimundo Fitero

Materiales

Con la cantidad de programación de espectáculos en vivo y en directo que todos los ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autónomos, emprendedores empresarios respaldados por marcas comerciales, y otros sucedidos que buscan entretener al personal en tiempo de chancletas, no se entiende la pobreza programática de las televisiones, especialmente las institucionales. Se supone que se trata de derechos de imagen, de contratos de difusión, pero lo que nadie puede negar es que, de tener algún interés, tienen material más que suficiente como para aligerarnos un poco del bochorno de estas parrillas que nos achicharran con tanta vulgaridad y tantos retruécanos audiovisuales.

Es más, si los encargados de los noticiarios tuvieran ganas o siguieran otros derroteros que los de las consignas políticas, empresariales o publicitarias, podrían hacer secciones magníficas anunciando, o simplemente narrándonos lo que se está haciendo en tantos lugares. Vale, no les dejan grabar más de tres minutos, pero si sumamos, y sumamos, con tanta oferta de festivales de toda índole, nos salen horas de programación. En cambio, hay festivales, eventos, cuestiones que aparecen. Y aparecen en todas las televisiones generalistas, por lo que volvemos a comprobar la existencia de unos poderes capaces de convencer a las redacciones, a los editores y a los directores, para compartir las mismas imágenes, o muy similares y retroalimentar a los grandes artistas, en detrimento, siempre, de lo emergente, de lo más experimental o de los más atractivo.

A no ser que, disfrazado como un premio de teatro para jóvenes y que lleva el nombre de Buero Vallejo, se esconda una fundación con el nombre de la chispa de la vida. O que en Almagro, después de grandes espectáculos teatrales que han sido omitidos de manera escandalosa, nos ofrezcan una mamarrachada: un desfile de moda de modistos del pesebre inspirado en el teatro clásico. En estos casos, uno porque es un buen anunciante, y el otro porque es una banalidad, sí aparecieron, con largos reportajes en los noticiarios. Por lo que no se trata de tratamientos culturales sino comerciales. O cosas peores.

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