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Serbia entrega al principal acusado de los crímenes de guerra en Bosnia

La noticia saltaba a los teletipos a última hora: Radovan Karadzic, ex presidente serbio-bosnio y uno de los fugitivos más buscados del mundo, había sido detenido. La noticia la adelantaba, por medio de un comunicado, la oficina del presidente serbio, Boris Tadic, y poco después la confirmaba el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Doce años después, el Gobierno serbio ha entregado a Karadzic a La Haya.

Josu JUARISTI

«Karadzic ha sido localizado y arrestado». La noticia saltaba de improviso. En otras muchas ocasiones, en años anteriores, de vez en cuando alguna agencia, alguna fuente, anunciaba la inminente detención de Radovan Karadzic. Pero nunca terminaba por confirmarse, y el Tribunal Penal Internacional se retiraba de los micrófonos recordando a Belgrado su obligación de cumplir con sus obligaciones y entregar a las personas acusadas de crímenes de guerra y genocidio por las masacres llevadas a cabo durante la guerra de Bosnia (1992-1995). Doce años después -más de quince, en realidad, del inicio de la guerra en Bosnia-Herzegovina-, Serbia ha decidido dar el paso y entregar al siquiatra Karadzic, ex presidente de la República serbio-bosnia y, junto con su lugarteniente Ratko Mladic -todavía en búsqueda y captura- y el presidente serbio Slobodan Milosevic, máximo responsable de lo ocurrido en Bosnia-Herzegovina según la mayoría de los bosnios y el propio Tribunal Internacional.

Según las primeras noticias, Radovan Karadzic fue conducido ante el juez de instrucción de la sala de Crímenes de Guerra del Tribunal del Belgrado. Sin embargo, ni el Consejo de Seguridad (cuerpo de coordinación de las estructuras de seguridad y espionaje civiles y militares) ni el Gobierno precisaron dónde se llevó a cabo la detención.

Sarajevo, Srebrenica...

El TPIY acusa a Radovan Karadzic de genocidio por el cerco de 43 meses sobre Sarajevo, la capital federal bosnia, que causó la muerte, directa o indirectamente, al menos a 12.000 personas (muchas más según fuentes bosnias) y por orquestar la matanza de 8.000 musulmanes en 1995 en Srebrenica, donde, pese a haber sido declarada «zona de seguridad» por una inoperante Naciones Unidas, las tropas serbias al mando de Mladic ejecutaron a casi todos los hombres en edad de combatir. Hay otras acusaciones en curso, por Zepa, por Bihac, por Gorazde...

Durante estos doce largos años, todo el mundo, incluida la propia Corte Internacional de La Haya, sabía que tanto Karadzic como Mladic vivían en Serbia, protegidos con toda seguridad tanto por su propia guardia paramilitar como por los servicios secretos serbios. Su detención, por lo tanto, aguardaba a una mera orden política que, como siempre, dependía sobre todo de la correlación de fuerzas dentro de la propia Serbia. Siempre se ha aceptado que el arresto de Radovan Karadzic o del todavía fugado Ratko Mladic podría desestabilizar aún más la ya delicada situación en Serbia. Ahora, es de suponer que el Ejecutivo de Boris Tadic, a quien en la mayoría de los medios europeos se califica como «pro occidental» (como si Serbia estuviera en algún lugar lejano de Oriente), ha calibrado que tiene el suficiente control de la situación interna como para dar el salto que el TPIY siempre ha exigido a Belgrado y que la Unión Europea ha utilizado como excusa perfecta para postergar y alargar el proceso que podría llevar a Serbia a ser considerado, por ejemplo, tan candidato a la adhesión como la vecina Croacia.

La Unión Europea, en cualquier caso, es de suponer que seguirá pidiendo también la entrega de Mladic, casi tan mediático como Karadzic.

En cualquier caso, lo lógico será suponer que muchos analistas y políticos aseguren hoy en Bruselas que Serbia está ahora un poquito más cerca de la UE.

Además de Ratko Mladic, el otro criminal de guerra que aún no ha sido detenido y entregado por Serbia al TPIY es Goran Hadzic, líder de los serbios de Croacia (en Krajina) durante la guerra. El Tribunal le imputa la deportación y ejecución de croatas en Vukovar.

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