Sigue la matraca a cuenta de la Ley de Consulta que no llegará a ninguna parte. Ayer metió la cuchara José María Calleja en «El Correo Español» y lo hacía para aplaudir a Iñaki Azkuna, a quien calificaba como «el muy votado alcalde de Bilbao» y no dudaba en alabarlo porque «tiene la virtud de la ironía, es amante de la ópera y en su mandato ha dado ejemplo de pragmatismo, espíritu liberal y gusto por las cosas bien hechas». ¡Olé, olé y olé!

Y frente a Azkuna, Ibarretxe: «Desde que Ibarretxe empezó con la brillante idea de su plan para dividir a los vascos, no sólo el PNV ha perdido votos de manera constante, han pasado también otras cosas. Por ejemplo, ha cambiado radicalmente la situación económica. Si en tiempos de bonanza los dibujos de Ibarretxe podían verse por algunos vascos sólo como un artificio innecesario, hoy se pueden percibir como una total y absoluta frivolidad. El empresariado y los trabajadores vascos notan en su día a día que las cosas están mal y pueden ir a peor y, en ese momento, sale el presidente del Gobierno vasco y les habla de cosas que no tienen nada que ver, ni por asomo, con los avatares de su gestión diaria». Y yo me pregunto, ¿qué tendrá que ver la crisis con el derecho a decidir? ¿Acaso la crisis no les afecta por igual a aquellos gobernantes que se oponen a la consulta?

Lo que sigue es, a buen seguro, cierto: «Dentro del propio PNV existen destacados militantes que desean con todas sus ganas que Ibarretxe se estrelle cuanto antes para cortar esta hemorragia de votos y volver a la centralidad política». Pero desconfíen. Y es que si Calleja habla bien de un nacionalista vasco es porque no lo será tánto.

Y para terminar de liarlo todo, Calleja esgrime un nuevo argumento: «El plan divide y el tren de alta velocidad une». No se entiende muy bien lo que quiere decir, pero sirve para enredar, que es de lo que se trata.

Y concluye Calleja con sus temores: «Me temo que Ibarretxe no va a hacer caso al muy votado alcalde de Bilbao. Me temo que seguirá chocando contra la pared y regando el victimismo, porque ésa es su esencia, su vocación mesiánica». Como chupa de dómine.