Científicamente hablando, el único diagnóstico común que podrían hacer sobre la crisis responsables con intereses tan dispares como los políticos, los empresarios y los sindicalistas es uno que fuese tan certero y afinado que simplemente reflejase las causas y la realidad así, tal y como son, sin lugar alguno para interpretaciones, puntos de vista o relativismos. La «verdad» sobre la crisis en estado puro. Independientemente de si eso es o no científicamente posible, lo evidente es que no estamos en ese punto. Es de suponer que, aunque alguno de los análisis que realizan esos agentes contuviese esa «verdad» en sí mismo, el resto no lo asumirían como tal.

¿O quizás sí? El pacto firmado ayer en Moncloa entre el Gobierno, la patronal y los grandes sindicatos españoles parte de esa idea de un diagnóstico común. Pero ni ese diagnóstico parece la tal verdad revelada ni, por lo menos desde el punto de vista de los trabajadores, parece acertar en las causas, las responsabilidades y las soluciones a la crisis. El denominado «pacto social» no es más que un acuerdo para evitar la conflictividad derivada del hecho de que mientras unos consiguen beneficios récord y otros toman medidas para beneficiar a quienes obtienen esos beneficios, la gran mayoría -ésta sí, social- cada vez tiene más problemas para mantener un trabajo y una vida dignas.