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«La momia» Boris Karloff vuelve de la tumba

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El estreno de otra entrega de la renovada saga de Universal en torno a su personaje de la Momia sirve al menos para la edición simultánea en DVD de la versión clásica, en una edición de lujo repleta de extras y convenientemente restaurada para la ocasión. Sigo sin ver la relación entre la actual franquicia y la película en blanco y negro de 1.932, ya que la espectacular y comercial variante moderna ha acabado siendo un pretexto para hacer una imitación de las aventuras de Indiana Jones.

Olvidado el asunto, digamos que «La momia» es una joya del terror sugerido, que no tenía nada que ver con la explicitez visual alcanzada con posterioridad por el género, quedando en medio la versión en color que Terence Fisher hizo para la Hammer inglesa. No en vano Karl Freund fue el maestro de la fotografía asociada al expresionismo alemán, y en su faceta de director aplicó dicha estética sombría a una puesta en escena de pesadilla. Los instantes antológicos en que surgen unos ojos de la oscuridad, anticipando la entrada en cuadro del inquietante Boris Karloff son estremecedores, incluso contemplados 76 años después.

Los pedantes que reniegan de la visión de películas en DVD deberían apreciar la posibilidad de disfrutar de la pista en inglés, que permite oir la declamación original de Boris Karloff, con una voz que resuena como en una tumba, nunca mejor dicho. Esa dicción tan solemne va acompañada de unos movimientos rígidos, los propios de alguien que ha sido momificado y resucita a la vida, dejando tras de sí polvo y vendajes. El resto lo hizo el maquillaje de Jack Pierce, el genio que se adelantó con sus elaborados efectos especiales, pero que dejaba ver la mirada hipnótica del actor que había debajo de la máscara. Im-ho-tep y su historia de amor son inmortales gracias a una película que resiste al paso del tiempo, con un encanto que no poseen las películas que se apuntan a al reciente moda de adaptar novela histórica.

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