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Toda una vida puede cambiar en un fin de semana

«Dejad de quererme»

El veterano Jean Becker se haya en la cumbre de su carrera cinematográfica, tras una obra tan reposada como «Conversaciones con mi jardinero». Con su también celebrada nueva película vuelve al suspense, pero esta vez la intriga es más emocional y esconde el secreto de una existencia que sufre un repentino giro de 180 grados.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

A Jean Becker siempre se le ha visto como el hijo de Jacques Becker, pero es que ya tiene 70 años y va siendo hora de considerarle un maestro, al igual que lo era su padre. Junto a su progenitor aprendió el oficio, algo que ha influido a lo largo de su carrera. Fue asistente también de otros directores clásicos, por lo que sus primeras películas, protagonizadas por Jean-Paul Belmondo, mostraban una labor artesanal dentro del cine de género de vocación popular. La llegada de la nouvelle vague, que arremetía contra todo lo anterior, atentaba contra sus propios fundamentos cinematográficos, así que se quedó fuera de juego. Tuvieron que pasar dos décadas para que regresara por la puerta grande, con un estilo reposado y su capacidad innata para adaptar materiales literarios a un lenguaje muy sensitivo, ideal para la creación de atmósferas y ambientes envol- ventes. «Verano asesino» sentó las bases para que Jean Becker pudiera llevar a cabo una carrera más personal, consagrando de paso a Isabelle Adjani, la cual obtuvo en 1984 el premio César a la Mejor Actriz por su sensual interpretación. Esa misma sensualidad la ponía en «Elisa» una joven Vanessa Paradis, ejerciendo de Lolita en compañía de Gérard Depardieu. A partir de ahí, el cine de Becker hijo entra en una etapa de madurez, sustentada en novelas de prestigio que propician una evocación del mundo rural. Es el periodo en el que enlaza tres títulos seguidos, todos ellos protagonizados por el malogrado Jacques Villeret, André Dussollier y Suzanne Flon. «La fortuna de vivir» transcurre en las marismas del Loira, con un guión del dramaturgo Sebastien Japrisot sobre la novela de Georges Montforez. «Un crimen en el paraíso» actualiza el clásico de Sacha Guitry «La poison», con Jacques Villeret debiendo emular al gran Michel Simon. «Los jardines de la memoria» volvía sobre el escenario de la ocupación nazi, según la novela de Michel Quint, esta vez guionizada por Jean Cosmos.

Su obra definitiva

La firma de Jean Cosmos también esta presente entre los guionistas de «Conversaciones con mi jardinero», basada en la novela de Henri Cueco. Aunque solamente ha pasado un año desde su estreno, se la puede considerar como la obra definitiva de Jean Becker, aquella en la que con absoluta serenidad y maestría plasma el debate entre la tranquilidad de las gentes sencillas del campo y la ambición desarrollista del mundo urbano. Y lo hace a través de los encuentros entre un artista de la capital y el lugareño que cuida su huerto en la casa de campo familiar. Para el pintor, ese contacto con el hortelano supondrá un gratificante aprendizaje, por toda la sabiduría popular que representa tan campe- chano personaje. Este sentido canto a la vida provinciana lo ennoblece el emotivo duelo interpretativo que mantienen Daniel Auteuil y Jean-Pierre Darroussin, aunque el papel del actor predilecto de Robert Guédiguian fue pensado en principio para el añorado Jacques Villeret.

El conflicto entre el modo de vida estresante de la moderna sociedad de consumo y otras posibilidades de una existencia más retirada sigue estando en el fondo de «Dejad de quererme», película inspirada en la novela de François D'Epenoux «Deux jours à tuer», autor que ha supervisado personalmente la escritura del guión entre Jean Becker y su nuevo colaborador Eric Assous. El título original se refiere al fin de semana crucial en que el protagonista tira todo lo que ha conseguido a lo largo de su carrera por la borda. El lector del libro no entiende lo que está pasando, sin acertar a intuir las razones por la cuales este hombre, que en apariencia es un triunfador, decide de repente destruir cuanto ha construido con años de dedicación. En la película sucede exactamente lo mismo, con el espectador contrariado ante lo que ve. Es por ello que se ruega a quienes hayan leído la novela o visto la película que no cuenten el giro final del argumento, pues las ocultas motivaciones de Antoine son expuestas en última instancia. Jean Becker ha incluido además en los títulos finales de crédito la canción «Le temps qui reste», en interpretación de Serge Reggiani, porque considera que su letra resulta ilustrativa de lo mostrado en la pantalla. El cineasta ha hecho acompañar las proyecciones de una nota en la que pide a las salas de exhibición que no enciendan las luces hasta una vez terminada la canción, para que así el público pueda escucharla entera, dado su contenido trascendental para la mejor comprensión del mensaje de la película.

Albert Dupontel encarna al publicista en crisis repentina, que podría ser como la versión europea y civilizada de Michael Douglas en «Un día de furia», la película de Joel Schumacher donde un ciudadano estallaba violentamente, al no poder soportar más la presión del ajetreo diario con sus atascos y problemas en cadena. El tema de la agresividad puntual en el seno de la clase burguesa había sido explorado con anterioridad por Fassbinder, cuando en 1969 realizó «¿Por qué le da el ataque de locura al señor R.?». Kurt Raab era un publicista que llevaba una vida absolutamente normal, tanto en el trabajo como en el hogar, hasta que un mal día sufre un irrefrenable acceso criminal que le lleva a volverse contra los suyos, primero, para a continuación suicidarse.

El Antoine de «Dejad de quererme» es un publicista al que las cosas le van muy bien, al menos superficialmente, porque, en el momento en que inicia sus reproches contra las personas de su entorno, les echará en cara, precisamente, que son seres vacíos, movidos única y exclusivamente por el puro interés material. Es cierto que la estabilidad actual se sustenta sobre pilares muy frágiles, dependientes en mayor medida de la situación económica. En función de la paga mensual surge una resignación, la cual hace que nos movamos por pura inercia, sin poder dar un verdadero sentido a un trabajo y a una actividad diaria repetitivas. Basta que uno se ponga a reflexionar por unos instantes sobre un comportamiento tan mecánico para que todo se venga abajo, como un castillo de naipes.

Cuando Antoine se desmorona en la agencia de publicidad, ya que los nervios le han llevado a perder el contrato con un importante cliente, su socio le propone un descanso, unas vacaciones. Sin embargo, al airado Antoine no le basta con la socorrida solución de costumbre, destinada a volver de nuevo al negocio cotidiano con las pilas cargadas. En la acalorada mente del protagonista de la película la idea de irse a Irlanda representa un paso definitivo, una oportunidad para romper con todo y con todos. Otro tanto le sucede en el plano sentimental, ya que sobrellevaba su relación matrimonial sin grandes sobresaltos, gracias a una aventurilla fuera de la pareja. Está tan lanzado, que ni se molesta en negar las acusaciones de infidelidad de su mujer, a la vez que se revela contra la actitud hipócrita de una amiga de ambos, sin importarle que sea una de las organizadores de la fiesta sorpresa con motivo de su cumpleaños. Ya no se presta a poner buena cara a los regalos y las sonrisas de compromiso.

Estreno

Título original:

«Deux jours à tuer».

Dirección: Jean Becker.

Guión: Eric Assous y Jean Becker, sobre la novela de François D'Epenoux.

Producción: Louis Becker.

Fotografía: Arthur Cloquet. Música: Alain Goraguer y Patrick Goraguer.

Intérpretes: Albert Dupontel, Marie-Josée Croze, Pierre Vaneck, Alessandra Martines, Cristina Reali, Mathias Miekuz, Claire Nebout, Anne Loiret.

País: Estado francés, 2008.

Duración: 85 minutos.

Género: Drama existencial.

El protagonista, Albert Dupontel, también dirige

Albert Dupontel irrumpió hace doce años como autor cinematográfico, lo que no le ha impedido en todo este tiempo seguir destacando con su trabajo actoral. Su ópera prima «Bernie» era una irreverente comedia negra, de estética feísta e intenciones provocativas. Ha realizado después «Le créateur» y «Enfermés dehors», que permanecen inéditas a este lado de la muga. Trabajando como actor para otros cineastas, le conocimos junto a Matthieu Kassovitz en «Un héroe muy discreto». Pronto alcanzaría el protagonismo absoluto con «Las confesiones del doctor Sachs», premiada en el Zinemaldia donostiarra.M.I.

LA IDEA

Jean Becker leyó la novela de François d'Epenoux y se sintió intrigrado. «Incluso diría que me desestabilizó el comportamiento de este hombre al que le basta un fin de semana para tirarlo todo por la borda», explica. Y añade: «La historia me gustó, sobre todo porque, al final de la novela, el comportamiento de Antoine se explica de forma creíble».

SECRETO

Las salas de proyección han recibido una nota en la que se pide que mantengan en secreto el desenlace de la película. Además, se añade que el director, Jean Becker, «considera que la canción de los créditos del final («Le temps qui reste») forma parte de la película y que sólo deben encenderse las luces cuando acabe».

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