Los Juegos Olímpicos de Beijing tenían una parada previa ayer en Donostia. Quien se impusiera en el Boulevard donostiarra acudiría a la cita olímpica con la vitola de favorito y, visto lo visto, ninguno de los que llegaron a la meta quería renunciar a ese privilegio. Al final, después de una carrera apasionante que se rompió antes de lo previsto, Alejandro Valverde se colgó el merecido «oro preolímpico» al batir con claridad al sprint a Kolobnev, de CSC, y a Davide Rebellin, que coparon las dos restantes plazas del podio.

La Clásica Donostia-Donostia tuvo, no obstante, una película muy densa, con muchas sorpresas repartidas entre sus 239 kilómetros. Una vez más, Jaizkibel no decidió absolutamente nada debido al férreo control de los Quick Step, pero es que la carrera ya estaba descarrilada desde mucho antes, concretamente en el descenso del alto de Garate.

Una fuga numerosísima de 41 unidades, compuesta por favoritos de la talla de Bettini, Rebellin, Samuel Sánchez, Menchov, Nibali, Kreuziger, Voeckler, Popovych... se fugó de un pelotón en el que sólo quedaban Valverde, Cunego, Schleck y Sastre entre los favoritos. Sin embargo, exceptuando al vencedor del pasado Tour, estos «gallos» se fueron reintegrando en la escapada, debido principalmente al gran trabajo de puente que llevó a cabo el conjunto Caisse d'Epargne que, paradójicamente, había colado delante a todo su plantel excepto a su líder. La carrera estaba entre los 46 de delante, de tal manera que los jueces decidieron descalificar a más de cien perseguidores, que llegaron a acumular hasta veinte minutos de retardo sobre los mejores.

Quick Step al comando

Una vez consolidada la fuga, la carrera transitó bajo un control absoluto por parte de los Quick Step. De hecho, su trabajo en beneficio de Bettini impidió cualquier movimiento en Jaizkibel, en el que únicamente Kolobnev tuvo arrestos para poner en prueba tal disciplina. Como su intentona no contó con ninguna clase de ayuda, el pelotón se mantuvo compacto -con la salvedad lógica de las unidades que cedieron en Jaizkibel, entre los que no se encontraba ningún favorito- hasta las primeras rampas de Arkale.

Juanma Garate, segundo en la pasada edición de la Clásica, quemó todas sus posibilidades en las primeras estribaciones de Arkale, enfilando el pelotón. Después del irundarra fue su jefe de filas, Paolo Bettini, quien tensó la cuerda en un par de ocasiones, lo cual produjo el reventón de Alberto Contador, lejos aún de su mejor forma. El grupo cabecero menguaba, pero fue Alejandro Valverde quien dio el golpe definitivo en los últimos metros de Arkale, reduciendo el grupo principal a Bettini, Rebellin, Moncoutie y Samuel Sánchez, además del murciano. Su escaramuza quedó neutralizada a siete kilómetros y la cabeza quedaba reducida a doce integrantes.

Ataques infructuosos

La clásica, en su formato reducido de corredores, devoraba los kilómetros a ritmo endiablado. El sprint parecía inevitable, pero no todos los corredores estaban de acuerdo. En el alto de Miracruz, corredores como Menchov y Zubeldia dieron sendos arreones, pero Davide Rebellin, vencedor en Donostia en 1997, no les dejó ni respirar.

Ya en el último kilómetro, el francés de Cofidis David Moncoutie se la jugó y, pese a la proximidad de un pelotón lanzado, parecía que tenía opciones de llegar victorioso a la meta. Fue Samuel Sánchez quien abortó el intento del galo con un sprint a todas luces precipitado, que más sirvió para lanzar a Valverde que para buscar sus propias opciones. Tan cerca de la meta y con opciones reales de triunfo, no es fácil tener la mente lúcida.

Así que en los últimos metros no había otra ley sino la del más fuerte. En ese envite, Kolobnev y Rebellin volvieron a mostrar que es difícil batirlos en una llegada masiva. No obstante, Alejandro Valverde volvió a volar en los últimos 400 metros, y no sólo se colocó en cabeza hasta el final, sino que logró sacar de su estela a los perseguidores. Querrá repetirlo en Beijing.