Análisis | Los «nuevos movimientos religiosos modernos»
Mal remedio para una crisis religiosa seria
La mayor parte de esos grupos con todos estos enjuages monetarios no dan más que la sensación de que han sido creadas al servicio de las clases pudientes alejadas del espíritu de Jesús.
Jesús LEZAUN Sacerdote jubilado
El autor sostiene que los denominados «Nuevos Movimientos Religiosos Modernos» no servirán para solucionar la actual crisis religiosa y que lo que han hecho es agrandar los defectos del catolicismo. Un riesgo que acecha una Nafarroa marcada siempre por la presencia del Opus Dei. «La abundancia de dinero, el poder que proporciona y la influencia que presta van contra el espíritu cristiano», subraya.
Ante la profunda crisis religiosa que afecta a todas las religiones, me parece que la reacción en la religión católica, o si se quiere cristiana, no está siendo la adecuada, la correcta. Se están reproduciendo los mismos defectos de antes y por ese camino, probablemente, la crisis ha de ir creciendo y profundizándose hasta parámetros insospechados. Así, no se remediará.
Las corrientes religiosas llamadas «Nuevos Movimientos Religiosos Modernos» han proliferado con profusión alcanzando algunos de ellos un desarrollo espectacular, presagiando, según su creencia, la superación de la crisis. Puro espejismo. No han hecho, en general, más que reproducir y agrandar los defectos del catolicismo, sin remediar, en verdad, nada. Casi todos reproducen el mismo esquema y pueden verse bajo el mismo prisma. Lo primero a señalar es lo que llamaría «espíritu mesiánico». Todos se ven centrados en la seguridad de remediar la situación, situando en su fundador un espíritu carismático, irresistible, que los convierte casi fanáticamente en centro y referencia esencial, suplantando en cierto modo al mismo Jesucristo.
Una anécdota reveladora al respecto es la que daba a los sacerdotes de Navarra un retiro. Un sacerdote de uno de esos grupos con un fundador altamente carismático al que tributaban una adhesión total, citó, a lo largo de su disquisición, una frase que atribuyó a su fundador. En realidad, la frase era de San Pablo, como le gritó un sacerdote mayor desde su sitio.
El predicador se quedó inmutable, no rectificó y siguió adelante. Ese espíritu mesiánico los fanatiza en extremo y estrecha sus referencias peligrosísimamente. No tenemos más punto de referencia santificadora que Jesús de Nazaret. Eso es evidente. Algunos de estos movimientos modernos padecen de este fanatismo, degradando la espiritualidad, que en esos parámetros ha de producir serias desviaciones. Esos movimientos, en su fanático mesianismo, han de invadir no solamente los salones vaticanos para consolidar su influencia, sino también los salones del cielo.
Corre por ahí una anécdota, que no me atrevo ni a contar casi, sobre el famoso arquitecto Fisac, miembro del Opus Dei durante mucho tiempo y colaborador de Escrivá. Según se dice, cuando canonizaron a este último, contó: «¿Ése santo? Nunca le he oído hablar bien de nadie». Y después, se salió del Opus Dei. Muchos, que lo conocieron de cerca, opinaban lo mismo. Al viento las canonizaciones infalibles.
Al creerse mesiánicos, muchos de ellos, casi todos poco humildes y hasta engreídos, dan muy mal ejemplo. Como entre ellos hay sacerdotes, y admiten sacerdotes diocesanos, lo que hacen es dividirlos más hasta enfrentarlos del todo, cultivando todos los proselitismos estrechos, competitivos, dividiendo al clero, como he dicho.
No alcanzo a comprender que todos se ceben en el clero secular, vaciándolos de su ser e intentando sustituirlo por el espíritu de ese centro hasta enga- tusar a obispos que quedan referidos al centro X, vaciándolos del sentido propio de su ministerio episcopal, como si no fueran capaces de llevar, por sí mismos, la vida religiosa de un obispo o de un sacerdote diocesano. Flaco servicio que se les presta y grave dislocación la que se les produce. No entiendo que el Derecho Canónico haya permitido este galimatías tan perjudicial y esterilizante. Tolera cosas graves en el Derecho, distorsiona demasiadas cosas, y confunde otras muchas, revolviendo nueces con castañas.
Hay una nota común, para mí tremendamente peligrosa y altamente escandalosa. Casi todos son tremendamente ricos en dinero, bienes e influencias máximas. Las formas de poseerlos son sutiles y confusas. El resultado es el mismo. Individuos dependientes, bajo la capa copiosa de dinero, y de capacidad de influencia, aspirando a cargos sin cuento, y haciendo todo bajo la voluntad del que les manda.
Todo tan directamente opuesto al espíritu de Jesús y a los métodos de evangelizar, tremendamente escandaloso, por lo demás. Pero no hay modo de convencerles de lo contrario, creando diversos discursos justificativos de esas auténticas tropelías anticristianas. La abundancia de dinero, el poder que proporciona el mismo, la influencia que presta sobre los demás, va directamente contra el espíritu cristiano.
La mayor parte de esos grupos son, más que por casualidad, tremendamente conservadores en todo. Por ejemplo, taponando el más fructífero influjo que pudo tener el espléndido espíritu del glorioso Concilio Vaticano Segundo.
Todos estos enjuagues monetarios, con sus confusas influencias, no dan más que la sensación de que han sido creados por el mundo, para confundir a todos, para que se creen instituciones ricas y poderosas, al servicio de las clases pudientes, infinítamente alejadas del espíritu de Jesús. El otro día, un clé- rigo de muy confusa pertenencia jurídica a varias realidades distintas entre sí quería convencerme de que Jesús usaba dinero para su evangelización. ¡Qué oiremos aún! Por eso, he dicho antes que estas instituciones, tan de moda y tan cuestionables, no sólo no han de corregir la crisis religiosa existente en el mundo, sino que la han de agrandar. Hay en ellas principios netamente anticristianos en juego. «Quod deus advertat». La religión al servicio de los poderosos. ¡El colmo!
P.D: El que no es cofrade, que no tome el velo. Una nota, bien distintiva de esos movimientos, es que reaccionan con una violencia tremenda cuando se sienten aludidos. ¿Por qué será?