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Raimundo Fitero

Lenguajes

Al final, todo se reduce a un problema de lenguaje. Sea cual sea el idioma que se hable, la interpretación de lo que se dice forma parte de un código, una convención, un reglamento, una voluntad, un estado de ánimo o una posición política. Las palabras, las carga, el fiscal o los asalariados de algunos medios de comunicación dedicados en cuerpo y mentira a pervertir todos los lenguajes. Hasta el lenguaje no verbal es visto por estos aprendices de inquisidor como muestras de apologías, enaltecimiento o participación en una sopa de letras. Uno quisiera distanciarse, tomar aire, mirar sin acaloramiento, pero están llegando tan lejos con su actitud represora que habrá que decir una vez más que llevan ya demasiado tiempo pasados de todas las rayas, y que están jugando a lo de siempre, a sembrar odio, y la Rosa de España y de las Jons, en cabeza.

Los lenguajes son muchos, y cada deporte, cada tribu urbana, cada colectivo profesional tiene los suyos. Los diccionarios están repletos de palabras de uso restringido, por ello el contemplar en una de esas cadenas dedicadas veinticuatro horas a la enajenación deportiva un campeonato de «skateboard», lo más impresionante era seguir a los locutores repitiendo en voz alta las figuras, los movimientos, los ejercicios casi circenses que hacían y repetían los competidores. Se trata de un lenguaje propio, de palabras encriptadas, que una a una significan una cosa, pero que en su conjunto producen un campo imaginativo singular, inaprensible por quienes no estamos iniciados en ello. En su conjunto, vestuario, ejercicios y locución, forman un espectáculo con suficientes seguidores entusiasmados.

Sucede lo mismo con algunos programas de divulgación científica, que utilizan unos lenguajes distanciadotes, como si fuera imprescindible para que ese documental se exprese en los términos académicos para tomar categoría, cuando, precisamente, lo importante es que sepamos algo más sobre los misterios que nos poseen, como es el funcionamiento de nuestro cerebro. Porque, sí, parece comprobado, todos tenemos cerebro. Bueno, eso al menos sostienen los científicos del canal Odisea en un magnífico documento.

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