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Malartic: historia de una ciudad asentada sobre una mina de oro que renace

Malartic es una ciudad canadiense que descansa sobre una mina de oro. Aunque hace 25 años que está cerrada, la revalorización del metal amarillo ha hecho resurgir los proyectos mineros. En el caso de Malartic, está previsto construir la mayor mina a cielo abierto.

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G. LAVALLEE

La ciudad canadiense de Malartic está construida sobre una verdadera mina de oro. La explotación de este tesoro implicó, en su momento, el desplazamiento de una parte de los habitantes para dar paso a un proyecto que hoy en día se perfila como la mayor mina a cielo abierto de Canadá.

Este proyecto titánico no se pudo llevar a cabo debido al gran costo que suponía pero, la evolución que ha experimentado el precio del oro ha convertido en rentable la explotación de esta antigua mina.

«Está asentada sobre el oro», afirmó Fernand Carpentier, alcalde de Malartic, ciudad de Quebec de 3.600 habitantes, situada a 600 kilómetros de Montreal.

Esta ciudad surgió de la nada en los años 30 del pasado siglo gracias a la avalancha que atrajo el oro a la región Abatibi de Quebec. Al final de los años 50 conoció su apogeo y, hoy en día, aún conserva algunos estigmas de aquellos gloriosos tiempos.

El alcalde de Malartic, F. Carpentier, aseguraba que «hace 20 años que las compañías saben que hay oro pero, su precio no hacía rentable la amplitud de ese tipo de proyectos».

Con el precio de la onza de metal amarillo rebasando los 900 dólares, muchos de los proyectos que entonces se descartaron, ahora vuelven a ser rentables en Canadá. Entre ellos, el de Malartic. Allí, el joven grupo minero Osisko prevé construir una mina gigante a cielo abierto.

Mientras se explotó esta región minera, se calcula que fueron extraídos 8,7 millones de onzas de oro en esta región. Muchos de los buscadores de oro que allí trabajaban lo dieron por agotado. Ahora, Osisko considera que aún hay 8,4 millones más.

La mayoría de explotaciones en el Abatibi, una de las 17 regiones administrativas que conforman Quebec, se realizaron siguiendo filones en minas subterráneas de alto contenido en oro, dejando casi intactas las explotaciones a cielo abierto de bajo contenido en oro.

Eso es precisamente lo que Osisko pretende hacer mediante un proyecto de 750 millones de dólares que prevé la explotación, a partir de 2010, de una extensa mina a cielo abierto, una costosa operación posibilitada por la subida del precio del oro y una nueva forma de pensar en la explotación de este territorio.

«Nuestro proyecto es la prueba de que se puede dar la vuelta a un antiguo campo minero cerrado desde hace 25 años, basándose en nuevas ideas científicas y nuevos conceptos», explicaba Brian Coates, vicepresidente de finanzas de Osisko.

Recolocación

El cráter que va a producir un proyecto de tales magnitudes implicará la recolocación de, aproximadamente, 200 casas, dos escuelas y una guardería. «Son 63 años, ni más ni menos, de mi vida que se pierden», se lamentó Ernest Rivest, de 66 años, cuya casa fue reubicada el pasado mes de julio. Relató que no entendía que ello dará trabajo a los jóvenes.

Actualmente, Canadá es el octavo productor de oro del mundo, muy por detrás de Sudáfrica, China y los Estados Unidos. Pero, según un estudio del Instituto Fraser, un centro de reflexión de tendencia neoliberal, Quebec es la zona más valorada del mundo para la exploración y explotación minera debido, en particular, a las políticas favorables a esta industria.

Desde hace dos años, al menos seis minas se reabrieron en Canadá, la mitad de ellas en la región del Abatibi. El grupo Agnico-Eagle abrió en abril su mina Goldex en Valle de Oro y está finalizando la extensión de la mina Laronde.

La sociedad Goldcorp tiene, por su parte, pagado 500 millones de dólares por un terreno en Eléonore, cerca de la Bahía James, un extenso territorio nórdico que fue ignorado durante muchos años por los prospectores.

El eco del acontecimiento Eléonore se extendió rápidamente por toda la región y «creó un gran entusiasmo para el sector de la Bahía James, porque hay un proverbio que dice: cuando se encuentra un yacimiento, es muy raro que sea el único», apuntó Benoît Dubé, investigador de la Comisión geológica de Canadá.

 

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