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Raimundo Fitero

Nuevos tiempos

La inauguración de los JJOO ha sido una magnífica experiencia artística, televisiva, de organización. Es decir, ha sido un gran triunfo político. Ahora que los más conspicuos politicastros del tres por ciento de comisión se empeñan en separar deporte y política, es cuando hay que recordarles que desde el primer día en el principio de la civilización, lo que ahora llamamos deporte, no es otra cosa que actitudes políticas, y que en los juegos olímpicos de nuestra época han formado parte de la guerra fría, de la tibia y hasta de la caliente. Es decir, que ahora no vengan con tonterías los políticos sin entidad, ni formación. Los juegos en China son un acto político. Otra cosa es lo que nos parezca el significado de su orientación ideológica.

La ceremonia inaugural fue excelente. Y lo escribe alguien que lleva muchos cuatrienios viéndolas por la televisión. Fue una maravilla de concepción, de ejecución, de contenido, y de una inusitada visión para que fuera un espectáculo magnificente en el estadio, pero perfectamente transferibles sus esencias, sus valores, sus detalles por los medios audiovisuales al globo terráqueo. Una perfecta conjunción, al igual que fue la más perfecta simbiosis entre lo artesanal y la ciencia, de lo humano, del esfuerzo humano, de los miles de personas que formaban figuras, evoluciones y las aportaciones tecnológicas. El factor humano, las masas, los movimientos colectivos, corales, casi militares, y la justeza de una tecnología que aportaba imágenes pregrabadas que eran la base, el fundamento, la guía, la conexión entre lo tradicional y la modernidad, abriendo, de paso nuevos tiempos para este tipo de actos.

Lecciones importantes. Fue universal porque fue local, porque recurrió a sus lenguajes, a su cultura. Fue espectacular porque tuvo dimensión humana, dentro de unos parámetros macro, y tuvo las aportaciones técnicas, tecnológicas y de guión suficientes para que esa carrera del último entorchado volando, pero corriendo a la vez, es la imagen del futuro. Ahora viene la miserable propaganda patriótica de las medallas, los metales y las pasiones. Eso es otra cosa, política de baja estofa.

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