Maite SOROA
El conflicto como lujazo
Ahora va a resultar que la cárcel o el exilio van a ser mejor que Marina D'Or. Algo así sugería ayer Tonia Etxarri en «El Correo Español» al referirse a Arnaldo Otegi, entre otros: «Pocos días le quedan ya a Otegi para salir de la cárcel por un delito de enaltecimiento del terrorismo. Aunque tiene otras causas pendientes por las que tendrá que volver a sentarse frente al juez Garzón, el ex líder de Batasuna se resiste a admitir que su tiempo, seguramente, ya pasó. Podría ponerse a trabajar, desde luego, pero después de haberse pasado media vida viviendo del conflicto le resultará francamente difícil bajarse de la noria». Una vida, le falta decir, de lujo y vanidades.
Hay frustraciones personales que terminan por convertirse en odios enfermizos hacia otros. Se comprueba leyendo cosas así: «Se ha pasado tantos años alimentando el espejismo de la negociación y comparándose con el irlandés Gerry Adams mientras vendía el humo de la necesidad de una pista de aterrizaje para ETA, que ahora se está buscando un colchón donde acomodarse». Servidora no ha oído nunca a Otegi compararse con Adams. Y Tonia Etxarri tampoco.
Pero a lo personal se suma también lo político, y ahí la columnista se planta: «El caso es que, bien por necesidad personal o bien por temor a la radicalización de los que ahora han tomado el timón de la banda terrorista, vuelve a ponerse en circulación la idea del diálogo, pero cualquier propuesta de retomar contactos con el Gobierno pertenece ya a otros tiempos». Ahí está la clave.
El peculiar concepto de los derechos y libertades que esgrimen algunas (y algunos, por supuesto) resulta chocante. Lean, lean: «La maquinaria del conflicto se sigue alimentando. La izquierda abertzale prepara una nueva manifestación para el Día Grande de la Aste Nagusia de Bilbao (...) y el popular Basagoiti no quita ojo al Departamento de Interior para saber si el consejero Balza va a consentir la manifestación, como ocurrió en San Sebastián». ¿Y qué ocurrió en «San Sebastián»? Pues nada. Sólo que miles de personas se manifestaron en paz defendiendo sus ideas. ¿Qué le pica, pues, a Etxarri?