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Javier Hernández Landazabal Gasteiz

¿La feria taurina se consolida en Gasteiz?

Según algunas informaciones, «la feria taurina se consolida en Vitoria». Se asegura así mismo que a las corridas de toros organizadas con motivo de las recientes fiestas de La Blanca acudieron 34.527 personas, lo que desde el Ayuntamiento califican de «notable éxito de asistencia». Hasta aquí el resumen de la noticia.

Resulta cuando menos preocupante la desfachatez con la que el Gabinete Lazcoz manipula la realidad, falseando datos y haciendo una lectura sesgada e interesada de los mismos.

Porque, si tenemos en cuenta que los aficionados a este tipo de eventos tan sólo cuentan en Gasteiz con estos pocos días al año para saciar su avidez de sangre y de morbo, es de suponer que habrán acudido a más de una corrida por cabeza. También es previsible que muchos de ellos, los más adictos e insensibles al tormento y agonía ajena, hayan asistido en masa a muchas, por no decir a todas, que ya son ganas. Contemplando estas posibilidades, más que probables, no estaríamos hablando de 34.527 espectadores, sino de 34.527 entradas vendidas, que no es lo mismo. Los espectadores, lógicamente, serían muchísimos menos, puesto que gran parte de ellos ha hecho de su presencia en tan «castizo y racial» espectáculo algo reiterativo.

En todo caso, la mayor o menor afluencia de público a la feria resulta irrelevante. Lo verdaderamente importante es que su número no coincide ni de lejos con el aportado por el Ayuntamiento. Es decir, el Ayuntamiento miente descaradamente. Me atrevería a aventurar que el verdadero número de aficionados constituye una cifra ridícula, porcentualmente hablando, para una ciudad de casi 230.000 habitantes. Una cifra que en modo alguno justifica el derroche y despilfarro de dinero público invertido en la construcción del nuevo coso taurino, auténtico despropósito, lamentable e innecesario. Porque «la fiesta» en Vitoria -guste o no guste a nuestros políticos- es algo del pasado, residual y minoritario.

Así las cosas, nos encontramos ante otro zafio intento por parte del Consistorio de maquillar cifras, de hacer malabares con los números para mostrar la realidad, no como es, sino como desearían que fuese. Más aun, estamos ante otro alevoso intento de justificar -en palabras de Muñoz Molina- «una penosa antigualla que sólo sobrevive gracias a la subvención» y de perpetuar las señas de identidad de una España negra y chillona, ignorante y retrógrada que, por suerte, poco o nada tiene ya que ver con el sentir general de la ciudadanía.

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