�ngel Guerra Cabrera Articulista y analista pol�tico
Bolivia, despu�s de la victoria
Lejos de ensoberbecerse con la victoria, Evo ha llamado una vez m�s al di�logo y ha designado una comisi�n de ministros del gabinete para discutir con los prefectos una agenda que intentar�a concertar sus demandas de autonom�a con la nueva Constituci�nEl contundente triunfo de Evo Morales en el referendo revocatorio constituir�a por s� mismo una gran victoria electoral en cualquier pa�s del mundo, pero significa mucho m�s que eso. Enfrentados a un implacable plan desestabilizador dentro de Bolivia y a una descomunal campa�a medi�tica internacional orquestados por Estados Unidos, Evo y el movimiento ind�gena-popular boliviano han conseguido una proeza pol�tica que contribuye notablemente a afianzar el proceso de cambios sociales en lo interno e inclina m�s la balanza en favor de la corriente emancipadora en las tierras al sur del r�o Bravo. Y es m�s relevante porque se produce cuando Washington, incapaz de lidiar con Irak y Afganist�n, frenado en seco por Rusia en el C�ucaso y precipitado internamente a una cat�strofe econ�mico-social, intenta recuperar con el garrote la iniciativa pol�tica en Am�rica Latina.
Evo fue ratificado a escala nacional con aproximadamente 67 puntos porcentuales, 13 por encima de la copiosa votaci�n recibida cuando fue electo presidente en 2005, por lo que tiene el apoyo de dos de cada tres electores. Arras� en la regi�n occidental, con m�s de 75 por ciento de respaldo. En los departamentos de la llamada Media Luna, donde se ha atrincherado el proyecto separatista de la oligarqu�a, su votaci�n subi� respecto a 2005 entre seis puntos porcentuales en Santa Cruz, estado mayor de la contrarrevoluci�n, hasta m�s de 30 en Pando, alcanzando en todos entre 38 (Santa Cruz) y 53 puntos porcentuales (Chuquisaca). Gan� por amplio margen, con frecuencia de 90 por ciento, en las zonas rurales del pa�s, conserv� las dos prefecturas leales y consigui� la revocaci�n de los prefectos oposicionistas en los estrat�gicos departamentos de La Paz y Cochabamba, donde sus candidatos deben ganar c�modamente cuando se convoquen elecciones pr�ximamente. Estos datos demuestran que su obra de gobierno se afianza, gana cada vez m�s adeptos, y que la conciencia pol�tica crece por lo que existen condiciones muy propicias para continuar profundizando en la recuperaci�n de los recursos naturales, de las empresas del Estado y proponerse erradicar la extrema pobreza, como anunci� el presidente en su mensaje posterior a la consulta. Asimismo, para lograr la aprobaci�n de la nueva Constituci�n Pol�tica del Estado, elaborada por la Asamblea Constituyente, paso decisivo para iniciar el desmantelamiento de la rep�blica colonial olig�rquica que siente las bases de la refundaci�n de una nueva, en clave popular, democr�tica e inclusiva de los pueblos indios y los excluidos de siempre. Ponerlo en pr�ctica se dice f�cil, pero exigir� nuevos despliegues de imaginaci�n y firmeza pol�tica, y, llegado el caso, aplicar la leg�tima fuerza del Estado a quienes insistan en quebrantar el orden constitucional. La ratificaci�n de una mayor�a de prefectos sediciosos, aunque debilitados, es un hecho que no puede pasarse por alto.
Lejos de ensoberbecerse con la victoria, Evo los ha llamado una vez m�s al di�logo y ha designado una comisi�n de ministros del gabinete para discutir con ellos una agenda que intentar�a concertar sus demandas de autonom�a con la nueva Constituci�n, ejercicio al que ser�n invitados mediadores y facilitadores internacionales. Es un paso inteligente, pues si despu�s de las reiteradas muestras de paciencia y esp�ritu conciliador del gobierno, del claro mensaje de apoyo de los bolivianos al presidente y al proceso de cambios, la oligarqu�a no da muestras de una voluntad negociadora e insiste en la ruta desestabilizadora, �ste es el mejor momento para ponerle un hasta aqu�. Ser�a ingenuo pensar que esa clase social, ah�ta a costa de la explotaci�n y exclusi�n sistem�tica de la poblaci�n, y sus patrones en Washington van a aceptar el veredicto popular.
En el arduo camino del pueblo boliviano hacia su liberaci�n y encuentro con los de nuestra Am�rica se ha ganado una gran batalla, pero no la guerra.
� La Jornada