La dimisión del presidente paquistaní Pervez Musharraf no ha frenado la escalada de violencia que vive el país asiático. Un ataque kamikaze frente a un hospital y enfrentamientos armados entre talibán y fuerzas policiales provocaron ayer casi 50 muertos en Pakistán.

Un presunto kamikaze hizo estallar ayer su carga explosiva frente a un hospital en la ciudad de Dera Ismail Khan, en el noroeste del país. En el momento de la explosión, un grupo de chiíes protestaba por la muerte de uno de sus líderes frente al hospital, donde se esperaba que llegara el cuerpo del dirigente.

La Policía confirmó que al menos 23 personas perdieron la vida en el ataque, mientras que otras 20 resultaron heridas de diversa consideración.

En otro incidente aislado, las fuerzas policiales abatieron a 25 presuntos milicianos talibanes en un enfrentamiento armado en la región de Bajaur. Sin embargo, las propias fuentes policiales confirmaron que entre las víctimas había civiles.

Dificultades en el Gobierno

La coalición gobernante en Pakistán se reunió ayer para afrontar el futuro del país después de la dimisión de Musharraf. Dirigentes de los cuatro partidos no consiguieron llegar a un acuerdo sobre la restauración de los jueces destituidos por el ex presidente en 2007, a pesar de que se habían comprometido a rehabilitarlos «inmediatamente».

Por otro lado, el Gobierno paquistaní negó los rumores que afirman que Musharraf llegó a un acuerdo con la oposición para evitar ser juzgado. «No hay ningún acuerdo ya que el ex mandatario renunció por su cuenta», aseguró el ministro de Justicia, Farooq H. Naek.