En la oferta de humor de la Aste Nagusia, vemos, en dos días consecutivos, dos espectáculos unipersonales que nos dan noticias de dos maneras de afrontar el trabajo de payaso, la relación con los espectadores, la intensidad de los contenidos y la propia visión del mundo.

El primero de ellos está protagonizado por Mr. Wilson. Con la nariz roja, de borrachín, maquillada, se nos presenta como un ser entrañable, incapaz de hacer ningún número pero que, según cuenta, está elegido por el Ministerio de Cultura francés precisamente para ofrecer este tipo de espectáculos. Utensilios de la vida cotidiana, mezclados con rudimentarios aparatos de trileros o de malabaristas, con resultado de destrucción de aquello que molesta, una bondad aparente que esconde una cierta violencia, y que se basa en el carisma del intérprete y su personaje, tierno, perdedor, que provoca la empatía.

La otra versión la proporciona Alejandro Lucas, que es el que firma la dramaturgia, la interpretación y la puesta en escena de «Destroyer, cabaret de sótano», que tiene el subtítulo de «Sólo para clown psicótico», y que es justo lo contrario: una buena puesta en escena, ideas brillantes, momentos corrosivos, la utilización de su cuerpo como material escénico y transgresor, la nariz negra, ambiente en ocasiones macabro, con dosis de crueldad, que pone un espejo a la parte oscura de cada cual con un humor muy neurótico, y que se queda siempre en el apunte, sin llegar a dar. La concepción es buena, los textos tienen brío, pero el intérprete logra la comunión necesaria con el público.

En ambos espectáculos aparecen petardos. Es la única coincidencia entre uno y otro.