La esperpéntica historia de una escopeta de feria llamada Matthew Emmons
Puntería, concentración, sangre fría..., son algunas de las obligadas condiciones de un buen tirador. Matthew Emmons encarna justo el perfil contrario cuando le llega la hora de la verdad. Pese a haber perdido medallas cantadas, ello también le ha supuesto, de rebote, alguna alegría.
Natxo MATXIN
Agosto de 2004, Centro Olímpico de Tiro Markopoulo. El estadounidense Matthew Emmons está a un paso de culminar por partida doble el trabajo de cuatro años, repitiendo medalla de oro, la misma que se acaba de colgar hace dos días en la modalidad de carabina en posición tendido. Le basta un buen disparo para conseguirlo. Concentrado, aprieta el gatillo y acierta con el blanco... ¡del rival!, en concreto el del austriaco Christian Planer, bronce a la postre. Los nervios le han traicionado y su fallo le cuesta muy caro: se queda el último -octavo- en la final, ya que los jueces computan un cero patatero para el yanki, y ello favorece al chino Jia Zhanbo, que se adjudica la primera plaza.
El desconsuelo del norteamericano, por no hablar del cachondeo que va a tener que soportar el resto de su vida a cuenta de su error, impresiona a Katerina Kurkova, tiradora checa, bronce y comentarista ocasional para la televisión de su país, que le entrevista inmediatamente después del desgraciado episodio. Quizás por lástima, quizás por un flechazo, de aquella esperpéntica situación surge el amor entre ambos, que culmina en matrimonio apenas una semana antes de que comience la cita olímpica.
La nueva esposa, por el temor a aquello de que el hombre -en masculino- siempre tropieza dos veces en la misma piedra, se postula para que en el hogar de los Emmons no falten medallas fabricadas en Beijing. Y se pone las pilas de tal forma que no sólo consigue alcanzar el oro en carabina de aire 10 metros, sino que es el que estrena el palmarés de la XXIX edición de los Juegos Olímpicos, con récord incluido de 503,5 puntos.
De gatillo fácil
Y razón no le faltaba. Aunque Matthew vuelve a salvar el honor en la modalidad de tendido -obtiene la medalla de plata-, la maldición le sigue persiguiendo cuando compite en tres posiciones. Prácticamente calcada, la historia se repite. El estadounidense vuelve a estar a un tiro de alzarse con el oro y en esta ocasión le tiembla el pulso... y la carabina se le dispara sin querer. «Apoyé demasiado el dedo en el gatillo», quince veces más sensible que el de una escopeta de caza común, explicó el desafortunado deportista. De nuevo, otro chino, en esta ocasión Qiu Jia, sale inesperadamente favorecido, mientras Emmons se tiene que conformar con la de chocolate.
«Tres medallas para una familia en los Juegos está fenomenal. No puedo estar más feliz. La visita de Katerina me dio mucha energía y motivación. También quería hacerlo bien», se consoló. Bien pensado, ¿no habrá más de un atleta que se conformaría con la «mala estrella» del norteamericano a cambio de tener colgada alguna medalla olímpica en su cuarto de estar?