Una exposición en Colonia retoma la relación de Chillida con Alemania
Seis años y un día después de su muerte, Eduardo Chillida regresa de nuevo a Alemania. En Colonia se inauguró la semana pasada una exposición dedicada a la obra gráfica del escultor vasco. Los dibujos expuestos en la galería están a la venta al público. Este evento en una de las ciudades centroeuropeas más grandes representa una de las líneas características de Chillida, con cuya obra relacionó a Euskal Herria con el resto del mundo.
Ingo NIEBEL | COLONIA
Colonia, la ciudad a orillas del río Rin, se hizo famosa por su catedral gótica, que con sus 157 metros de altura es la tercera más alta de este estilo arquitectónico tras las de Sevilla y Milán. Actualmente, los aficionados y profesionales del mundo del arte tienen en consideración esta villa de un millón de habitantes por su exposición internacional de arte, la artCologne. Por eso no extraña que cerca de la catedral se encuentre la Galerie Boisserée, en cuyos cristales se reflejan las dos características torres de la Catedral de Colonia. Al otro lado del escaparate se ven desde hace poco algunos dibujos de Eduardo Chillida.
El pasado 20 de agosto, la galería de arte Boisserée inauguró esta exposición, que pone a la venta un centenar de dibujos del polifacético escultor donostiarra, con precios que oscilan entre los 2.700 y los 45.000 euros, con IVA y, por lo general, marco incluido. Igual de selecto que el dinero que se pide por las obras era el público que acudió a la inauguración, que tuvo lugar el pasado miércoles a las seis de la tarde. Dominaba el estilo deportivo entre los hombres: traje de negocios sin corbata o polo y pantalones cómodos con zapatos finos fabricados en la Península Ibérica. Algunas señoras mostraban por medio de su ropa, bolsos y joyas que no sólo se interesan por Chillida sino que, además, cuentan con el poder adquisitivo necesario para llevarse algún dibujo a casa. Pero entre la cuarentena de asistentes también se encontraba quien había venido simplemente porque le interesaba particularmente la obra del escultor donostiarra. Minutos antes del inicio del acto inaugural, mientras se degustaban refrescos y la famosa cerveza Früh de Colonia, la gente aprovechaba para observar los grabados expuestos y para conversar. Aquí y allá se escuchaban las palabras Bilbao y Guggenheim, pero casi nunca Hernani o Chillida -Leku.
La inauguración corrió a cargo del gerente de la Galerie Boisserie, Johannes Schilling. Tras subrayar que esta exposición es la primera del otoño y que va a estar abierta hasta el 11 de octubre, resaltó que todo lo expuesto estaba a la venta y que su galería había prefinanciado la compra del material. Cada interesado se podía llevar una lista de precios. La pieza más económica, que cuesta 2.700 euros, lleva el número 88 y consiste en un grabado de 1990, titulado «Gropius-Bau». En el otro extremo, hay que abonar 45.000 euros por un dibujo en tinta sobre papel, titulado «Gravitation». Es de 1994 y lleva la firma original de su creador vasco. Luego Schilling presentó a grandes rasgos la vida y obra del artista, diciendo algo que en Gipuzkoa ya se sabe desde siempre: «San Sebastián es la capital del Baskenland».
La exposición tiene su fecha de caducidad, pero la Galerie Boisserie la ha inmortalizado publicando el correspondiente catálogo de 132 páginas con 128 fotos, la mayoría en color. Por 15 euros, su precio es más moderado que el de los dibujos. El libro cuenta con un prólogo escrito en francés y alemán por el hijo de Chillida, Ignacio.
La presentación biográfica y profesional del escultor corrió a cargo de Mona Fossen, colaboradora de la galería. La tituló recordando una pregunta que se hacía Chillida y que quizás es lo que mejor caracteriza su obra: «¿Es el horizonte la verdadera patria de todos los seres humanos?». Fossen termina su texto resaltando el origen vasco que Chillida nunca olvidó, asegurando incluso que dedicó toda su obra a la patria vasca. Los autores del catálogo, además, han colocado, acompañando a las fotos de la obras, frases de Chillida que hacen comprensible el lugar y la forma que su obra adquiere y adopta en el espacio. Sin embargo, corresponde a su hijo Ignacio mencionar lo que une al padre con Alemania, recordando que el escultor solía decir de sus obras que éstas «hablaban alemán».
Y es que, con motivo de un homenaje al compositor alemán Johann Sebastián Bach, Chillida dijo textualmente en 1997: «Mi obra habla más el alemán que el español e incluso que el vasco». De hecho, no sólo los coleccionista de arte poseen piezas de Chillida, sino que incluso las ciudades alemanas más importantes han adquirido sus impresionantes trabajos.
Concretamente, en un lugar tan público y políticamente tan importante como la Cancillería de Berlín, sede de la jefa de Gobierno Angela Merkel, se exhibe desde el año 2000 la monumental obra «Berlín». Se trata de dos columnas de hierro que miden seis metros de altura y que pesan 60 toneladas. Es un regalo que los coleccionistas Rolf e Irene Becker hicieron a la República alemana, donde se interpreta esta pieza como símbolo de la unificación alemana. Fue el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (que gobernó entre 1998 y 2005) quien decidió que se instalara aquel simbólico monumento en el Ehrenhof (Patio de Honor) de la Cancillería.
En Frankfurt del Meno, centro financiero de Alemania, Chillida erigió ya en 1986 su «Haus für Goethe» (Casa para Goethe). Es una obra de hormigón que se parece a la pieza «Gure aitaren etxea», instalada en Gernika.
Otra pieza colocada en la ciudad natal de Johann Wolfgang von Goethe -uno de los más importantes pensadores alemanes de los siglos XVIII y XIX- es la titulada «Gruß an Heidegger» (saludo a Heidegger). Martin Heidegger (1889-1976) fue uno de lo más importantes filósofos alemanes del siglo XX. Münster, ciudad en la que se selló en el siglo XVII el final de la Guerra de los 30 Años, luce desde 1993 la escultura «Toleranz und Dialog». Y en el centro de la antigua capital Bonn, donde nació el compositor Ludwig van Beethoven, se halla la plástica «De Musica IV».
Altas condecoraciones
Después de haber recibido tanto de la imaginación y creatividad de Chillida, Alemania ha expresado de diferente manera su agradecimiento y respeto a este creador vasco. El Estado le concedió la «Orden al Mérito de las Ciencias y las Artes», que es la más alta distinción con la que la República Federal de Alemania honra de manera exclusiva a determinados personajes. Chillida recibió esa medalla en 1987 de la mano del entonces presidente de la RFA, Richard von Weizsäcker. A su vez, las ciudades de Goslar y Duisburg le entregaron el Anillo Imperial y el Premio Wilhelm-Lehmbruck, respectivamente, por mencionar sólo algunas condecoraciones. Mientras tanto, en el mundo del arte es sabido que Alemania es el país donde han tenido lugar más exposiciones sobre Chillida del mundo.
Por todo ello, la actual exposición de la obra gráfica de Eduardo Chillida no es otra cosa que el regreso del invisible pero siempre presente artista a aquellos lares centroeuropeos donde siempre se le ha apreciado.
«¿La situación? No sé en qué situación estamos. Si fuera por mí, los metería en el avión y los llevaría al único lugar seguro: Berlín». El jefe de los guardaespaldas alemanes estaba fuera de sí, hablando por el móvil en voz alta, pensando que nadie le entendería. El cabreo del policía germano se debía a que tenía que velar por la seguridad del canciller Gerhard Schröder y su ministro de Interior Otto Schily. Los dos habían inaugurado, en las afueras de Hernani, el museo Chillida-Leku en compañía de los monarcas españoles, del jefe de Gobierno José María Aznar y del ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja. El Ayuntamiento abertzale no estaba presente porque el pleno había considerado a los españoles como «personas non gratas». En cambio, sí había dado la bienvenida a los alemanes. También la organización armada vasca estaba presente mediante las ocho granadas que había colocado en una de las colinas cerca de Chillida Leku. Los artificieros de la Ertzaintza las estaban desarticulando, pero el jefe de los guardaespaldas alemanes no se sentía nada seguro, como tampoco los periodistas que esperaban a que los alemanes saliesen del caserío para dar la concertada entrevista.
Pero ésta no se llevóa cabo y se convirtió así en una víctima colateral de aquella contienda que un periodista alemán estaba buscando cuando en un bar de Hernani, convencido de que se hallaba en el interior del «nido terrorista», preguntó con su peculiar castellano: «¿Dónde es la guerra?». Ingo NIEBEL
Alemania es el país que más exposiciones sobre Chillida ha celebrado en todo el mundo. Las principales ciudades alemanas poseen obra pública del escultor donostiarra y allí se le han otorgado las más altas condecoraciones.