Fede de los Ríos
El charco y la fuente
Si el mantenimiento de la campaña del Rif -la guerra de Marruecos- sirvió a militares y caciques españoles para conseguir ascensos y prerrogativas hace ochenta años, el mantenimiento de lo que algunos llaman la guerra del Norte sirve para que individuos sin escrúpulos consigan ascensos y notoriedad a costa del sufrimiento ajeno.
No existe ni uno sólo de los miembros que componen los estamentos en los que se sustenta el poder en España que ose manifestar disconformidad con la falta de libertades a la que asistimos en el territorio donde habitan los vascos. Todo vale en la caza del vasco para medrar o salir en la foto. Sean ministros, políticos, jueces, policías o periodistas. Cuentan, además, con la inestimable colaboración de los guardas autóctonos del coto, conocedores de la zona y con la mentalidad del colonizado. A veces, los señores también les dejan cazar; eso sí, las piezas, al fin y a la postre, les son arrebatadas y mandadas a la Audiencia Nacional.
Las sentencias son dictadas antes que los juicios. Las detenciones antes que el delito. Las ilegalizaciones antes que las leyes. Presuntas intenciones de presuntas acciones, aún sin realizar, se convierten en pruebas de cargo para largos años de cárcel. Cualquier joven abertzale de izquierdas sabe que su libertad pende de un hilo. Ya sea el capricho de uno de los llamados creadores de opinión, el deseo de notoriedad de un político de cuarta fila o la pugna de las estrellas de la judicatura por salir en los medios.
De la misma manera que, salvando las distancias, la felación de la becaria Lewinsky provocó la agresión de EEUU a Libia (algo había que hacer de cara a la opinión pública norteamericana), la demanda de popularidad del insaciable ego de algún juez narcisista se cristalizará en detención, hábil interrogatorio y cárcel de algún desafecto al régimen.
La consigna del Estado es la de secar la pecera para capturar todos los peces, pezqueñines incluidos. Los que fueron colaboracionistas o nunca hicieron nada durante la pertinaz sequía franquista, se han apuntado a los métodos del dictador
Pero lo que surgió por la falta de libertades no desaparecerá con falta de libertades. Aquí llueve mucho, señores, y la pecera más que charco es una fuente. Lo dice la jota: «no se pue contimparar un charco con una juente; sale el sol, se seca el charco y la juente... permanece».