LE MONDE DIPLOMATIQUE | Ignacio Ramonet
El polvorín Marruecos
Se llama Zahra Budkur, tiene veinte años, es estudiante en la Universidad de Marrakech. Por haber participado en una marcha de protesta fue golpeada por la policía, encarcelada junto con centenares de compañeros en la siniestra comisaría de la Plaza Jamaâ El Fna (visitada a diario por miles de turistas) y salvajemente torturada. Los guardias la obligaron a permanecer desnuda, mientras tenía sus menstruaciones, durante días, delante de sus camaradas. Para protestar, Zahra inició una huelga de hambre, y se halla en estado de coma. Su vida pende de un hilo.
¿Ha oído alguien, en Europa, hablar de esta joven estudiante? ¿Nuestros medios de comunicación han citado acaso la trágica situacion de Zahra? Ni una palabra. Ninguna tampoco sobre otro estudiante, Abdelkebir El Bahi, arrojado por la policía desde lo alto de un tercer piso y condenado para el resto de sus días a la silla de ruedas por fractura de la columna vertebral. (...)
Todo ello ante la indiferencia y el silencio general. Sólo los familiares han manifestado su solidaridad. Lo cual ha sido considerado como un gesto de rebelión. Y también ellos han sido odiosamente apaleados.
Todo esto no ocurre en un país lejano, como pueden serlo el Tíbet, Colombia u Osetia del Sur. Sino a tan sólo catorce kilómetros de Europa. En un Estado que millones de europeos visitan cada año y cuyo régimen goza, en nuestros medios de información y entre nuestros propios dirigentes políticos, de una extraña tolerancia y mansedumbre.
Sin embargo, desde hace un año, por todo Marruecos se multiplican las protestas: revueltas urbanas contra la carestía de la vida e insurrecciones campesinas contra los abusos. (...)
Las desigualdades nunca han sido tan grandes, el clima de frustración tan palpable. Y la explosión de nuevas revueltas sociales tan inminente.
(...) El movimiento Al Adl Ual Ijsán (no reconocido, pero tolerado), que dirige el jeque Yassín y que no participa en las elecciones, junto con el Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), el más votado en las últimas legislativas de septiembre 2007, dominan ampliamente el mapa político. Pero no se les permite gobernar.
Lo cual empuja a grupos minoritarios a elegir la vía de la violencia y del terrorismo. Que las autoridades combaten con mano férrea. Con el apoyo interesado de la Unión Europea y de Estados Unidos. Esta alianza objetiva es la que conduce a taparse los ojos ante las violaciones de los derechos humanos que allí se siguen cometiendo. Es como si las cancillerías occidentales le dijesen a Rabat: a cambio de vuestra lucha contra el islamismo, se os perdona todo, incluida vuestra lucha contra la democracia. (...)