La irrupción del partido La Izquierda (coalición de los postcomunistas del este de Alemania con los radicales socialdemócratas del oeste del país que siguen a Oskar Lafontaine) en el panorama político alemán ha sido una relativa sorpresa para todo el mundo y un gran problema... para el SPD (Partido Socialdemócrata).

Porque con La Izquierda el SPD ha dejado de ser automáticamente la opción de las izquierdas alemanas. Y con ello, no solamente ve como un buen puñado de votos (demasiados desde su punto de vista) se le escapa de las urnas, sino que con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina se encuentra en el dilema de recuperar votantes a la izquierda (...).

Este panorama general ha desembocado en una crisis por culpa de la candidata del SPD a la jefatura del Gobierno de Hessen, Andrea Yspilanti, (...). Esta, en vísperas de las pasadas elecciones del Estado federado de Hessen, prometió públicamente que no aceptaría nunca la jefatura del Gobierno si era gracias a los votos de La Izquierda.

Esta promesa la hizo Ypsilanti cuando su victoria electoral no sólo parecía segura, sino también abrumadora. Pero si las urnas le dieron la victoria, se la dieron con una minoría tan anémica que para hacerse con el Gobierno tiene que pactar con los cristianodemócratas -cosa inconcebible en estos momentos en Hessen- o con La Izquierda, a la que había repudiado de antemano.

Ypsilanti es de las que creen que las promesas valen mucho menos que el poder y, a la vista de los resultados electorales, dijo algo así como que `... tener poder gracias a La Izquierda también es poder'. Y desencadenó un vendaval político en todo el país.

(...) El gran problema ideológico y estratégico-electoral del SPD no es Hessen, sino su ubicación en el mapa político alemán; hasta ahora ha evitado definirse al respecto.