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Maite Ubiria Periodista

La ley de la memoria y las cunetas legales

La llamada ley para la recuperación de la memoria histórica se ha convertido en uno de los estandartes del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y ello, pese a que el salto desde el programa electoral hasta la agenda de un juez estrella implique hoy un riesgo evidente de convertir un ejercicio tardío y parcial de reparación en una boutade jurídica.

El evidente nerviosismo con que la derecha ha acogido la iniciativa judicial de Garzón es muestra inequívoca de que la resistencia a que se haga la luz sobre los episodios más sombríos del franquismo sigue muy presente. Esa noche oscura que, al amparo de ciertos instrumentos legales, pero ante todo gracias al tesón de quienes debieron callar durante demasiado tiempo, empieza a salir a la luz, como se hizo patente en el reciente homenaje a los desaparecidos en Donostia.

Sin embargo, por impensable que parezca, la ley de memoria y las cunetas legales para sepultar libertades las construyen las mismas manos. Y con el mismo tesón con que se defiende la devolución de los restos de quienes fueron ejecutados por soñar la libertad, se aplaude el entierro bajo toneladas de tierra del derecho a ejercer la actividad política.

Y los despropósitos se acumulan, hasta el punto de que un Tribunal Supremo ilegaliza a una organización política fundada en 1930 y que tiene en Albertia un referente inequívoco de compromiso con la libertad. Por cierto, desde mucho antes de que la memoria se convirtiera en reclamo electoral.

Así las cosas, los tribunales españoles concatenan ilegalizaciones y encarcelamientos de vascos... para mayor satisfacción no ya de los herederos ideológicos del franquismo, sino también de los supuestos guardianes de la memoria histórica. De ese PSOE tan olvidadizo cuando se trata de sacar del abandono a ciertas víctimas y tan dispuesto a secundar homenajes cuyo propósito no es preservar la memoria -derecho que asiste a cuantos sufren violencia- sino abonar políticas de venganza. Son tan frágiles de memoria que se consagran como esclavos políticos y se condenan a repetir los fracasos de todos y cada uno de sus antecesores en Euskal Herria.

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