Soledad ya no está sola
«Amorosa soledad»
Koldo LANDALUZE
Unos ojos luminosos nos saludan en los primeros compases de «Amorosa Soledad». Una mirada que contrasta con la tristeza de un gesto reflejado en un espejo salpicado de lágrimas. El espectador no debe esperar mucho tiempo para darse cuenta que la joven protagonista ha sido abandonada por su novio músico que quiso recuperar las musas perdidas lejos de la compañía de Soledad. Atrapada en su piso, acorralada por su inodoro que no para de escupir agua, la protagonista rinde honor a su nombre con una conducta que la delata en los primeros planos. Afortunadamente, la desdichada protagonista de esta crónica urbana no tardará en encontrar el rumbo perdido en compañía de aquellos que logran entender su singular conducta porque es, en esa conducta tan personal, donde radica el interés fundamental de esta propuesta netamente vitalista llegada desde Argentina. Los debutantes Martín Carranza y Victoria Galardi han puesto especial énfasis en el diseño del personaje central: una joven de aspecto inocente que pretende paliar sus desórdenes emocionales camuflándolos de dolencias médicas lo cual le otorga un encantador toque neurótico que haría las delicias de cualquier sicoanalista, pongamos por caso, argentino. Al contrario de lo que podría parecer, la protagonista en momento alguno resulta cargante ya que en todo momento hace gala de un inofensivo discurso vital animado por termómetros de diseño y artilugios con los cuales puede medir su descompasado ritmo cardíaco. Inés Efron lleva a cabo una entrañable caracterización de este personaje que tiende a confundir el desamor con un problema cardiovascular y persevera, como todo el mundo, en ser feliz a su modo. Bien construida y sin subrayados gratuitos que hubieran perfilado en exceso el trazo casi infantil de la protagonista, esta comedia suave que coquetea con el microcosmo de diván que para siempre nos ha legado Woody Allen, incluye entre sus alicientes la presencia testimonial y minúscula de Ricardo Darín y unos diálogos bien hilvanados.