China toma ventaja en su «larga marcha» por liderar la renacida carrera espacial
De China a la Luna. No, no es el título de ninguna novela de ciencia ficción. Las principales agencias espaciales han vuelto su mirada a nuestro satélite y casi nadie duda de que el potencial chino lleva camino de ser el primero en volver a pisar el polvo lunar.
El Apolo XI alunizaba en 1969 en plena carrera espacial en la que sólo había sitio para las dos superpotencias de la época. China, el país que había inventado la pólvora y los cohetes, tenía bastante con sus hambrunas. Salir al espacio era más que un sueño, una quimera. Gráficamente lo resumió el mismísimo Mao Ze Dong cuando se quejó de que el gran país asiático «no era capaz de enviar una patata al espacio».
Han pasado cuatro décadas desde aquellas palabras y cuando estamos en puertas de que el miércoles se celebre el 50 aniversario de la creación de la Agencia Espacial Estadounidense, el propio administrador de la NASA, Michael Griffin, reconocía que «personalmente, creo que China volverá a la Luna antes que nosotros».
Los chinos acaban de enviar a 300 kilómetros sobre nuestras cabezas su tercera misión tripulada, esta vez con paseo espacial incluido. Su objetivo declarado a largo plazo, quién sabe si antes de 2020, es conseguir que sus taikonautas pisen el polvo lunar al que durante décadas las agencias espaciales dejaron de prestar atención y ahora todos miran con un deseo que se explica, quizá, por su potencial riqueza mineral. «No es un secreto. Explorar la Luna es solucionar los problemas de materias primas sobre la Tierra», reconocía sin tapujos un asesor del programa espacial chino.
Pero la nueva carrera espacial lleva sus ritmos y nunca son fáciles de acompasar con los deseos. Por mucho que estos días se hable de fechas para las que Beijing planea poner una base en la Luna, un pie en ella o alcanzar Marte, habrá que esperar unos cuantos años. Según algunos informes, llegar a la Luna y construir una base permanente ahí puede hacerse por la «modesta» cantidad de 217.000 millones de dólares distribuidos en 20 años. Demasiado hasta para las nuevos ricos chinos.
Pero de lo que no cabe duda es de que el ser humano vuelve a mirar al cielo. La Guerra Fría logró que la entonces Unión Soviética y EEUU compitieran por ir un paso por delante del otro, eso sí, sin ningún fin científico ni explorador. Ahora, la irrupción de Europa, pero sobre todo de potencias emergentes como la propia China, India o la tecnológica Japón ha vuelto a catapultar el interés por ser los primeros. Todos ellos han puesto ya satélites a orbitar la Tierra, envían sondas al satélite lunar y planean misiones tripuladas. Entre tanto, Rusia se dedica a hacer negocio son sus trasbordadores soyuz llevando personal y carga hasta la Estación Espacial Internacional, además de aliarse con las emergentes empresas turísticas espaciales. Por su parte, la aún todopoderosa NASA mira de reojo por si alguno de sus competidores le rebasa por la izquierda.
La Agencia estadounidense tiene bastante con la próxima jubilación de sus transbordadores en 2010, mientras desarrolla su futuro sistema de vuelos tripulados Ares-Orion, que quiere estrenar en 2015. Entre una fecha y otra, tendrá que tragar con su orgullo nacional herido al tener que utilizar las soyuz rusas para seguir viajando. Su prestigio internacional se ha devaluado y no extraña por ello que periódicamente eche mano de sus reiterados anuncios de que ha hallado agua en Marte, como una forma de volver a las primeras páginas.
Y todo ello en medio de un presupuesto insuficiente y atizado ahora con la grave crisis económica en que el país se haya inmerso. La NASA ha apostado por volver a la Luna, con el beneplácito de George W. Bush y el bautizado programa «Constelación». Pero lo que haga el próximo inquilino de la Casa Blanca es una incógnita. Ni Obama ni McCain han despejado las sombras que se ciernen sobre esta aventura espacial. Ambos se han declarado «lunáticos», pero en sus programas no se comprometen a nada.
Entre tanto, la imparable China que empezó allá en la década de los sesenta mandando ratones albinos al espacio, hoy prepara una nueva base de lanzamientos, pone en órbita su primer satélite lunar y ya planea el año próximo lanzar su primera sonda marciana, amén de anunciar que hasta proyecta una estación permanente al estilo de la ISS. Hoy, con sus viajes tripulados y sus paseos de 40 minutos en medio del oscuro cielo, no hace sino mostrar al mundo entero una imagen que ya publicitó durante los recientes Juegos Olímpicos. Lo logrado hasta ahora por Beijing no es sino lo que rusos y norteamericanos hicieron hace cuarenta años. Lo emocionante comienza hora.
Son las generaciones más mayores las que hoy recuerdan a Neil Amstrong y su «gran paso para la Humanidad», pero serán las nuevas generaciones las que memoricen en su retina y su memoria la imagen del próximo astronauta, cosmonauta o taikonauta que emule aquel pasito. La carrera está de nuevo en marcha y esta vez la patata no está en el tejado de China.
Joseba VIVANCO
al que las distintas agencias espaciales miran como fecha mítica para poner de nuevo el pie en la Luna. Los chinos quieren hacerlo incluso antes.
El taikonauta Zhai Zhigang ha sido el primer chino en caminar en el vacío espacial. Miles de compatriotas siguieron su paseo en directo. Él es el último de decenas de hombres y mujeres que han tenido el privilegio de llevar a cabo una caminata espacial y que han seguido la estela del ruso Alexei Leonov, quien el 18 de marzo de 1965 se convirtió en el primer ser humano en sentir ese vacío, ese silencio que, como luego diría, le hacía oír hasta el crujir de sus huesos. Lo hizo durante 12 minutos. Lejos de las 9 horas que protagonizaron en 2001 dos miembros de la ISS y qué decir del récord de 82 horas acumuladas en varios paseos por el ruso Anatoly Solovyov.