Pedro Manterola dejó el pasado año de dirigir el Museo Jorge Oteiza de Altzuza y la cátedra dedicada a este artista en la Universidad Pública de Nafarroa, pero el vasto conocimiento que ha acumulado sobre la vida, la obra y el pensamiento oteiziano fueron decisivos para que fuera él quien pusiera el colofón a este I Congreso Internacional.

En un tono pausado y humilde, Manterola comenzó advirtiendo de que ya no tiene muchas cosas que decir sobre Oteiza y que su discurso ha quedado «envejecido», porque lo ha repetido «miles de veces». Pese a ello, habló durante 33 minutos seguidos sobre Oteiza, sin leer absolutamente nada, salvo un par de citas que las quería transmitir de forma textual.

El ex director del Museo de Altzuza quiso desentrañar la diferencia que había entre Oteiza-hombre y Oteiza-artista, y en este sentido constató que «nos encontramos ante un personaje desmesurado, cuya obra se oculta detrás de su gigantesta figura». Tras confesar que él siempre le ha dado más importancia a la obra del artista que a su personalidad, Manterola se sinceró al reconocer un cambio que ha advertido en los últimos tiempos: «Ahora ya no estoy tan seguro si lo importante es la obra de Oteiza o Oteiza mismo».

«Búsqueda de sí mismo»

Siguiendo este hilo conductor, Pedro Manterola expuso que Jorge Oteiza concebía el arte como «un instrumento para la creación del hombre».

«Odio la obra de arte», solía decir Oteiza. A juicio de Manterola, con esta afirmación el artista vasco quería expresar que la escultura era «el camino que uno recorre para encontrarse a sí mismo y en sí mismo».

«Oteiza buscaba el ser, no el estar. Oteiza entró en conflicto con su destino, con su naturaleza, con sus deseos, con sus posibilidades, con su dios. Era un personaje extraño, admirable. Concebía el arte como un instrumento para ir llenando ese hueco que él tenía, un instrumento capaz de salvarle de la sensación trágica de vivir. La escultura no sirve para nada. Lo que importa es el hombre, el sujeto. La escultura de Oteiza significa la búsqueda de sí mismo», resumió Manterola.

A su juicio, la gran pregunta que se hacía el artista oriotarra era «quién soy yo», y aquí es donde le surgía el conflicto cuerpo-espíritu: «Oteiza detestaba la naturaleza, estaba enfrentado a ella. Oteiza vivía sometido a la imposibilidad de deslindarse de la materia. Sentía horror por el propio cuerpo, por la carne. Decía que el espíritu se aloja en un cuerpo-basura, y sostenía una idea que es fundamental: se necesita más la pasión que la razón. Oteiza no amaba ni odiaba a nadie. Tenía una sensación de angustia y de soledad, tenía una necesidad de dios, pero de un dios que existe como deseo, como necesidad. Oteiza es un ser tocado por lo trascendental. Era un personaje de ficción, que había perdido toda relación con el mundo».

Y Manterola concluyó su intervención con la misma humildad con la que había comenzado su discurso: «Disculpen un cierto patetismo, que está producido por el recuerdo de Oteiza. Nada más. Gracias».

El actual director del Museo Jorge Oteiza en Altzuza, Gregorio Díaz Ereño, tomó a continuación la palabra para reconocer algo que probablemente estaba en la mente de todos los asistentes: «Ha sido un cierre excepcional a este congreso».

Díaz de Ereño también adelantó que este I Congreso Internacional sobre el artista vasco, celebrado bajo el título genérico de «Oteiza y la crisis de la modernidad», es un proyecto «que tiene vocación de continuidad».

Visitas guiadas gratuitas

A pesar de que el congreso concluyó ayer, las actividades que conmemoran en Nafarroa el centenario de Jorge Oteiza continuarán este fin de semana. Así, hoy y mañana se celebrarán en el Museo de Altzuza unas jornadas de puertas abiertas, con visitas guiadas gratuitas a la exposición permanente y actuaciones del grupo de txalaparta O+hatz.