Raimundo Fitero
Hasta cuatro
Probablemente sea la noche de los lunes una de las que más televidentes se sitúan durante más tiempo delante de su electrodoméstico esencial. Y más ahora, que llega el frío casi sin avisar. Por ello es bueno las ofertas que cada cadena hace para acaparar el máximo de clientela y así poder arreglar su cuenta de resultados, que la cosa está muy chunga y ya se habla de un descenso de hasta el veinticinco por ciento en los ingresos por publicidad, lo que es una cifra bastante rotunda como para perderse en experimentos o en productos que no alcancen la media de la cadena o que tengan un coste superior a lo previsto.
Los criminalistas de los CSI van siempre en cabeza, las idioteces glamurosas de «¡Mira Quién Baila!» le siguen, y los chicos y chicas inmersos constantemente en tormentas hormonales y sentimentales de «Física y Química» se comportan de manera correcta para abrigar esperanzas. O sea, si contamos después las ofertas locales, y aquí debemos entender que la propuesta de comedia de situación de producción propia de ETB-2 va en unas cifras suficientes, nos hacemos una composición de lugar para entender que empiezan muchos la noche del lunes, pero que se cansan y se duermen rápidamente y aflojan las cantidades de telespectadores por minutos.
Uno repasa estas series, concursos, griteríos o frases entrecortadas y entiende que vive en un mundo televisivo cada vez más fragmentado en el que es difícil encontrar algo singular, con ingredientes más o menos nuevos. Por lo tanto debe recurrir al zapeo y a las anécdotas informativas, como la que nos dice de manera enfática que unos científicos australianos han descubierto que las abejas saben contar hasta cuatro. No nos dicen qué rango de científicos ni lo que ha costado esta investigación. Nos ponemos a cavilar. ¿Para qué les sirve a las abejas saber contar? ¿Para qué les sirve a los científicos descubrir esta habilidad en las abejas? ¿Todas las abejas saben contar hasta cuatro? ¿Las obreras saben contar igual de rápido que las reinas? Las vacas cuando se aburren matan moscas con el rabo, ¿no sabrán también las vacas contar y ningún grupo de científicos lo ha estudiado? ¡Viva Kant!