La verdad es que la fotografía de los peperillos en plan de dancing para inaugurar el new wave de la política, la «Política Pop», era un tanto ridícula. Y, lo que es peor, no ha hecho ni pizca de gracia en las salas de pensamiento de la caverna mediática. Ayer. David Guistau, en «El Mundo», le sacaba los colores a Basagoiti porque, aseguraba, «ausente María San Gil, la siguiente generación del PP vasco ha hecho lo que cualquier adolescente cuando de pronto se siente dueño de la casa liberada: montar un guateque». O sea, política adolescente.

Guistau está más picado que una mona. Y no lo disimula: «El propio Basagoiti dice ahora cosas como que lo de Ibarretxe `es un rollo'. Más allá de la reducción del pensamiento en jerga juvenil, resulta divertido imaginar a este casi cuarentón de aspecto poco crápula pidiendo a los asesores que le enseñen a hablar guay para sacudirse la solemnidad y el rigor del viejo mensaje». Seguro que sacan un eslogan de campaña moderneta y hortera. Algo así como que «Basagoiti mola mazo».

Lo más grave no es, sin embargo, la estética, sino el fondo de la cuestión. Dice el escribiente de «El Mundo» que el PP de por aquí «ha asumido el complejo cavernario que le fue creado por el enemigo, y no repara en que volverse simpático bajo la estricta vigilancia del canon progresista acarrea el abandono de posiciones y principios que fueron considerados sagrados no hace tanto y de las personas que se desgastaron defendiéndolos».

Y llega la andanada: «Que le expliquen a Otaola que es a Coldplay y al pop a lo que habrá de agarrarse para decidir que todo merece la pena la próxima vez que una manga de borrokos la escolte con amenazas de muerte. Que le digan al votante del PP que hombres como Astarloa, tan escasamente pops, sólo valdrían si se hicieran un implante capilar para tener tupé que mover al compás de la guitarra». La verdad, no me lo imagino con cresta. Por si no quedaran claras las querencias del pensador de la diestra, lean: «Basagoiti inventa la zarandaja del pop para hacerse tolerable mediante la banalización del mensaje y la revisión de la mitología resistente, esa por la que a San Gil acabaron llamando loca». Le van a hacer el haraquiri. Ya lo verán.