Una de cal y otra de arena, personificadas en Natxo Garro y José Luis Cabrera, respectivamente, en la vuelta a los entrenamientos del Alavés.

La buena noticia corrió a cargo de Garro, que se reincorporó al grupo tras haber permanecido medio año de baja por la grave lesión de rodilla que sufrió el pasado 5 de abril y que le ha supuesto cinco visitas al quirófano e, incluso, la amenaza de la retirada.

Pero el gasteiztarra ya ve la luz al final del túnel y cree que se debe a «la superación. Porque de cómo salí del hospital a cómo estoy ahora... Entonces me sentía persona y ahora ya me siento futbolista -confesó-. Ha sido un reto y no sé si por cabezón o por qué, pero estoy convencido de que voy a volver a jugar». Algo que, si todo marcha bien, podría suceder a primeros del próximo año.

La cruz de la jornada fue para José Luis Cabrera, que tuvo que retirarse del entrenamiento antes que sus compañeros al sufrir un pinchazo en el aductor de su muslo izquierdo. A la espera de lo que determinen las pruebas, el jugador madrileño podría sufrir una rotura fibrilar que le mantendría de baja por espacio de una tres semanas.