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Lakua prevé gastar en las obras del TAV el 5% del Presupuesto para 2009

517 millones de euros es la cantidad que el Gobierno de Lakua prevé gastar el próximo año en las obras del Tren de Alta Velocidad, lo que constituye casi un 5% del Presupuesto presentado por el Ejecutivo autonómico para 2009. En estos momentos, diez tramos de este macroproyecto se encuentran en fase de obra a pesar de la contestación con la que se están encontrando en la sociedad vasca.
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El Gobierno de Lakua presentó el martes de la semana pasada su proyecto de Presupuestos para el próximo ejercicio, que de ser aceptados en el Parlamento, ascenderán a 10.487,5 millones de euros. De esa cantidad, el Ejecutivo autonómico prevé destinar 517 millones a las obras del Tren de Alta Velocidad. Esto supone que cerca de un 5% -concretamente el 4,76%- de las cuentas públicas del próximo año va a ser dedicado a este macroproyecto.

En concreto, el Departamento de Transportes que dirige Nuria López de Guereñu prevé gastar 25 millones para las obras del único tramo que está ejecutando en la actualidad el Gobierno autonómico, el que une Ordizia e Itsasondo. Para otros cuatro tramos concretos este departamento prevé 84 millones de euros, mientras que los 408 millones restantes están previstos para el «resto de tramos» del ramal guipuzcoano.

Los cuatro tramos concretos con financiación prevista pertenecen al denominado sector central, y son el tramo de Tolosa, en el trazado Ezkio Itsaso-Tolosa -23 millones-; el tramo Beasain oeste -cerca de 15 millones-; el tramo de Legorreta -22,4 millones-; y el de Beasain este -23,5 millones-.

Esta infraestructura, que se enfrenta a una gran contestación en la sociedad vasca, especialmente en las localidades donde está previsto que pase el tren, tiene un presupuesto total estimado de 4.200 millones de euros, y al Gobierno de Lakua le corresponde acometer las obras del ramal entre Bergara e Irun, aunque según el acuerdo entre Madrid y Gasteiz su coste le será reingresado.

El Ministerio español de Fomento, que se encarga de la construcción del ramal entre Gasteiz y Bilbo, y de la conexión entre Irun y Hendaia, tiene bajo su responsabilidad 21 tramos -97 kilómetros-, y ya están en marcha nueve de los trece tramos adjudicados.

El Gobierno de Lakua, por su parte, debe acometer, según el acuerdo institucional, 17 tramos -72 kilómetros-, de los que ya está en obras uno.

Diez tramos en obras

De esta forma, en total se encuentran en distintas fases de obra diez tramos, cinco de ellos ya están en construcción y otros cinco en tareas de preparación del terreno.

En construcción hay dos tramos en Bizkaia; el de Abadiño-Durango, de 3.520 metros, y el de Basauri-Galdakao, de 3.533. En Araba hay otros dos; los dos subtramos entre las localidades de Arrazua-Ubarrundia y Legutiano, con un total de 7.755 metros. El quinto tramo en construcción se encuentra en Gipuzkoa, y es el que une Ordizia con Itsasondo.

Las consecuencias de las obras ya se están haciendo notar

El inicio de las obras en varios de los tramos por los que está previsto que pase el Tren de Alta Velocidad está alterando de forma visible, y a veces dramática, la vida de los vecinos de los pueblos afectados.

Así sucede, por ejemplo, en Urbina, uno de los lugares donde las obras se hallan más avanzadas, y cuyos habitantes llevan meses sufriendo un calvario en forma de trasiego de camiones, explosiones continuas y una abrumadora presencia policial.

«¡Esto es insoportable!» denunciaban los vecinos de este bonito y otrora tranquilo enclave alavés, a las faldas de Albertia, en el reportaje que GARA publicó en su edición de ayer.

Y es que las consecuencias de este macroproyecto ferroviario van más allá del daño ecológico que va a producir por donde pase, ya que las vidas de las personas que habitan esos lugares también se va a ver afectada -ya lo está siendo- de forma importante.

Así sucede, por ejemplo, con los vecinos de Urbina cuya vivienda se encuentra en el interior del perímetro marcado para las obras, y que se han visto obligados a colgar su buzón en la valla que delimita las mismas porque el cartero no puede entrar. O sus convecinos, que casi se han «acostumbrado» a que camiones de gran tonelaje pasen por el medio del pueblo, destrozando el asfalto y el alcantarillado, a pesar de que deberían tenerlo prohibido. Vecinos que han visto desfilar personas armadas de todos los colores, más aún cuando el mandatario político o institucional de turno decide acercarse para sacarse una foto donde antes había bosques y prados y ahora hay un cráter. I.B.

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