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Javier Ramos Sánchez jurista

A desalambrar

El lehendakari, Juan José Ibarretxe, ha tenido un notable protagonismo en la política vasca en los últimos años. Sin embargo, en última instancia todas sus iniciativas se han topado, una y otra vez, con la alambrada -utilizando un término acuñado por él mismo- que tensa el Estado español en torno a las aspiraciones soberanistas de Euskal Herria. En este artículo, el autor desarrolla un minucioso análisis de los pasos que ha dado Ibarretxe y le reprocha sin ambages la falta de audacia para enfrentarse a las humillaciones de las que ha sido objeto por parte del Gobierno español, y su sumisión al acatar y hacer cumplir normas como la Ley de Partidos, que ha cercenado los derechos de una buena parte de la sociedad a la que él dice representar. Augura también la derrota de Ibarretxe en las urnas y que ésta será utilizada desde su propio partido para estrechar relaciones con Madrid.

El PSOE y el PP, utilizando al Tribunal Constitucional, nos han señalado claramente los límites de la alambrada, sin caretas». (Juan José Ibarretxe, Parlamento vasco, Setiembre de 2008). Que EAJ-PNV desempeñaba, en la parte de Euskal Herria que gestiona, la triste aunque bien pagada misión del capataz en finca ajena era cosa bien sabida para todos, bueno, para todos menos para el campeón de la tenacidad y el optimismo, el inquilino de Ajuria Enea.

Ahora ya, según parece, hasta este dechado de ilusión ha debido comprender que lo suyo es más bien ilusionismo. Que España no hay más que una, grande y libre y que a ti, querido Juanjo,... te encontré en la calle. Que la soberanía reside en el Pueblo español, del que el vascongado forma parte inescindible y que, en fin y en palabras de nuestro atribulado lehendakari de las tres provincias vascongadas, «se excluye a una parte de la sociedad vasca, prohibiendo e ilegalizando, cuando interesa electoralmente, a partidos políticos que representan a miles de vascos».

En efecto, el Estado español ha mostrado, clarito y por su orden, cuáles son las lindes de la finca que administra y dónde radica la alambrada que no debe traspasar el gestor autóctono. Pues bien, al menos algo hemos avanzado. Después de treinta años de Constitución/estatuto-trampa ahora sabe, por fin, el lehendakari del partido jeltzale lo que todos los demás vascos sabíamos hace tiempo: bienvenido al club, hermano.

No pretendo, por otra parte, zaherir innecesariamente a quien sin embargo, de hecho, ha desempeñado hasta la extenuación el patético papel de «vasquito bueno y pacífico» que no sólo acata, sino que cumple, y muy celosamente, toda ley y cada una de las resoluciones del último de los jueces españoles. Claro que no; pero sí señalar cuánto daño ha hecho a su pueblo mediante esa actitud, pretendidamente digna, de mendigar a cada mandatario español el derecho que asiste a Euskal Herria a conformar libremente su destino. Primero, porque los derechos no se solicitan, se ejercen, y además porque, a cambio, no ha recibido sino desplantes y humillaciones las que, dicho sea de paso, transmite de inmediato a ese mismo pueblo al que, al menos institucionalmente, quiere representar. Ahora, él también, sentado en el banquillo de los reos el próximo 8 de enero, junto a los rebeldes a quien ha ignorado con el desdén del mayordomo, representa la imagen real del cargo que ocupa: un mero delegado del gobierno español a quien se llama al orden.

El lehendakari de estas tres provincias debiera tomar nota de a dónde ha conducido tanta reverencia institucional y tanto acatamiento judicial. Porque, con quien ni siquiera admite la existencia del pueblo al que se quiere representar, no debería uno tomarse ni un café; menos aún pactar unos presupuestos. Ni siquiera por obtener tajada a cambio -Erkoreka dixit-. Así de sencillo. Pura y simple dignidad.

Así pues, a desalambrar, a desalambrar, que esta tierra es nuestra, tuya y de aquel, de Kepa, de Miren y de Juan José. Esa es la tarea que corresponde a un pueblo oprimido a quien no permiten ni tan sólo expresar su opinión en una simple consulta. ¿O debemos tal vez esperar la siguiente ocurrencia del mago de Ajuria Enea? Dos veces en la misma piedra pareciera suficiente. La primera, en Febrero de 2005, cuando fue con una propuesta aprobada por la mayoría de la cámara vascongada y el Parlamento español le dio con las puertas en las narices. Entonces desvió la cuestión convocando elecciones. Ahora, ante la chulesca resolución del Tribunal político-constitucional español ¿Quiere acaso repetir jugada?

Más aún. ¿No acaba de comprender que tras su nueva nominación a candidato para acceder a la Lehendakaritza, a buen seguro está la aviesa intención de los michelines del partido de cargar en sus espaldas la más que previsible derrota de su formación política en las próximas elecciones, y así poder vender en el interno la necesidad de un giro a posiciones aún más entreguistas a la causa española, mediante un gobierno de coalición con el PSE?.

Mire bien, señor lehendakari, que no es esa sola violencia que usted denuncia, como gusta decir, la que impide al pueblo vasco expresarse y desarrollarse libremente, que más bien es esa otra mordaza que usted acata y cumplimenta, la que no va a permitir jamás, de grado, que este pueblo se exprese libremente, y que no lo va a permitir ni «matando, ni por dejar de matar». Clarito y por su orden, señor lehendakari. Llevamos a cuestas muchos procesos electorales sin la participación de una parte importante de esta sociedad. Cualquier gobernante con un mínimo de poso democrático se hubiera negado a participar en tales condiciones, más aún si, como se sabe, no se pretende otra cosa que restar el voto abertzale para obtener una mayoría constitucionalista fraudulenta.

Esa lamentable aquiescencia por su parte, muy bien puede ahora pasarle factura. Si no es por ética, al menos debería moverse por propio interés en la causa nacionalista. Pero su actitud, y la de sus socios de gobierno sólo pueden llenar de vergüenza a cualquier demócrata. ¿Cómo pretende solicitar de Europa la protección que usted mismo es incapaz de prestar a esa parte de ciudadanía antidemocráticamente excluida?

Sí. Dice usted que piensa acudir a Europa en pos de lo que aquí se le niega. Pero comprenda, señor, que la Europa de los mercaderes no aprecia más razón sino en quien posee más fuerza. Porque ahora como antaño, cuando la fuerza causa estado, la fuerza es el Derecho. Y recuerde que D. Antonio Cánovas, como ahora Zapatero, no dudó en sustituir al pacífico Martínez Campos por el menos escrupuloso Valeriano Weyler, cuando la delicada situación de Cuba lo requirió.

Y es por todo ello, lehendakari, que no ha de buscar fuera lo que tiene a su alcance y que está en su propio pueblo donde, a poco que se esfuerce, puede obtener esa fuerza necesaria, la que emana de la unión de abertzales y progresistas, de verdaderos demócratas en busca de una paz y una libertad tan anheladas como posibles. Lizarra-Garazi es el modelo a recorrer, con la pisada del buey si prefiere, pero con la determinación suficiente en cada acto, en cada minuto, sin volver la mirada al refulgente negocio, tan atractivo a la vista como efímero y contraproducente para la causa nacional vasca. Esa es la verdadera tarea de un patriota comprometido con su pueblo. Así sea.

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