Siguiendo una vez más órdenes de la juez Laurence Levert, la Policía francesa detuvo ayer a ocho ciudadanos vascos vinculados a la izquierda abertzale en diferentes localidades del norte del país. La operación policial es la segunda contra ese movimiento político en poco más de un mes, y entre tanto -también antes- ha habido otras detenciones y diferentes medidas policiales, judiciales y administrativas. Entre estas últimas medidas está el cierre por un mes de la herriko taberna de Baiona, Xilko, local con el que están vinculados algunos de los detenidos ahora. Según diferentes informaciones y filtraciones, las detenciones de ayer tienen relación con esos locales y con «la financiación del movimiento abertzale». Un movimiento en auge y con cada vez mayor capacidad de interlocución a nivel político y social, algo que parece preocupar y mucho a París.

Por lo tanto, se trata de una nueva razia policial en toda regla por parte de las autoridades francesas, la enésima en este último año. Curiosamente, la palabra razia proviene del término francés «razzia», que a su vez fue adoptado tomando como referencia la palabra árabe de origen argelino «rhazya». Este era el término que utilizaban los beduinos para denominar las incursiones rápidas en territorio enemigo. Sin lugar a dudas, tanto esta operación como las anteriores desarrolladas contra la izquierda abertzale en Ipar Euskal Herria entran dentro de esa definición.

Si bien es cierto que el modus operandi de la juez Levert y el proceder de la Policía tienen una evidente inspiración castiza, no conviene olvidar que las autoridades francesas también cuentan con una dilatada experiencia represiva, con episodios que van desde, precisamente, la bestial guerra de Argelia hasta los ataques sistemáticos contra la disidencia. Por otro lado, cabe subrayar que al tomar como modelo al Estado español, el Estado francés deja en evidencia una corta perspectiva política y, sobre todo, una clara posición de debilidad en relación al conflicto vasco.