IRUJO 16

No defraudaron. Muchos esperaban con ansias las semifinales del torneo de la jaula, y ya han llegado. El primer partido fue bueno; no excelente, pero sí suficiente como para haber deleitado a todos con un encuentro jugado a alto ritmo, con tantos muy bonitos y con muchas alternativas en el marcador.

En la cancha, Barriola e Irujo, ¡vaya dúo! Allí estaban frente a frente dos de los mayores cañoneros del momento. Eso sí, podemos hablar de dos clases: uno más sosegado, que siempre intenta jugar al bote, y otro más lanzado, que hace todo lo posible por finalizar los tantos rápido, jugándosela siempre que puede al aire.

Acorde con las fechas de torneo que corren y que hacen que el nivel de los partidos suba de manera exponencial, el Atano III adquirió una tonalidad muy similar a la que se suele vivir en las finales. Mucha gente, los corredores gritando, y los ya típicos cánticos de la cátedra más joven, animando al amigo o al paisano de turno. La verdad es que la oferta lúdico-deportiva que había ayer en la capital guipuzcoana -derbi en Anoeta, y concierto de Bunbury en el velódromo- era amplia y para todos los gustos.

Intensidad a trompicones

Como no podía ser de otra manera, el inicio fue de infarto. Jugaron tantos largos, peloteados, y encima a una velocidad increíble. Pero los nervios también hicieron acto de presencia, haciéndoles cometer errores de cadetes.

No en vano, se entrelazaron expresiones como «¡qué manera de arrearle a la pelota!», con otras del estilo de «ahora que podía adelantarse, ¿cómo puede hacer falta de saque?». Esos embrollos del inicio del encuentro provocaron un partido intenso, algo caótico, pero también muy vistoso.

3-2, 8-4, 8-7, 9-8, 10-10... Ninguno era capaz de articular buenos tantos para abrir brecha. Pero ese cúmulo de despropósitos y faltas de concentración finalizaron cuando Abel quiso. De repente cambió de ritmo, se puso serio e Irujo no pudo más que aplaudir los tantos que le metía el zaguero de Leitza.

A esa decisión de Abel hay que sumarle la inestimable colaboración del de Ibero, que se vino abajo en los últimos compases del partido. Nadie va a venir ahora a describirnos las cualidades del delantero de Ibero, fuerza, potencia y clase desbordan por todos sus poros. Eso ya lo sabemos. Pero tampoco es nuevo añadir a todos esos elogios que a veces su precipitación le lleva por la calle de la amargura. Y su juego de ayer se podría resumir en eso. Empezó bien, esperando al bote, arrimando la pelota, y buscando la pared en todos los pelotazos. Pero su temperamento le llevó poco a poco a precipitarse, a intentar hacer lo imposible y a cometer fallos en pelotas que no tenían demasiada dificultad

Abel no se descentró y con un juego muy sólido llegó hasta el tanto 22. Y lo que es más importante, se hizo con muchos boletos para volver a llegar a la final.