El proceso de fusión de BBK y Kutxa -que el próximo viernes se enfrenta a su primera prueba de fuego con el sometimiento a la aprobación de sus respectivas asambleas- se ha puesto en marcha con «muchas prisas y muy pocas explicaciones». El entrecomillado pertenece a Gregorio Rojo, presidente de Vital Kutxa, que ayer celebró su asamblea anual. Sobre esta última planeó la sombra de la mencionada fusión, de la que se ha quedado fuera, al menos inicialmente, la entidad alavesa.

Rojo no evitó el tema en su intervención ante la asamblea y dedicó parte de su discurso a poner condiciones a una futura e hipotética incorporación de la caja que dirige al tándem vizcaino-guipuzcoano. Y en esas condiciones se descubren los miedos del presidente y quienes le sostienen. Cuando condiciona un acuerdo a que «Álava no pierda su identidad», desvela su miedo a que la hipotética fusión sea, en realidad, una absorción. Y cuando pide que los órganos de la futura caja sean elegidos «con criterios de paridad, territorialidad y proporcionalidad» y defiende que «la integración debería ser abordada como un elemento angular del debate socioeconómico en la vida política del País Vasco», está dejando ver el temor del PSOE a perder una parcela de poder esencial en Araba y dejar en manos del PNV la que se convertiría en la primera entidad financiera del sur de Euskal Herria.