Floren Aoiz www.elomendia.com
Al otro lado del túnel
No basta con tener paciencia y seguir andando, porque puede que estemos dando vueltas en círculo sin darnos cuenta. Hay que abrir un agujero para que entre la luz, hay que tumbar una de las paredes para convertir el hueco en la salida del túnelUn túnel tiene que tener dos salidas, de lo contrario sería cueva o agujero, o cualquier otra cosa, pero no túnel. Ver la luz al otro lado es lo que nos ayuda a comprender que estamos en un túnel, más o menos largo, oscuro y/o frío, pero que termina en una salida. Pero no basta otorgar ese nombre a un agujero oscuro para convertirlo en un túnel.
¿Y dónde estamos ahora, en un túnel o en una cueva? ¿Se ve luz al otro lado de esta oscuridad agitada y sacudida por las violencias del conflicto? ¿Realmente la vemos o sólo la estamos imaginando? ¿O es que ya somos topos y nos hemos acostumbrado a vivir sin luz? Suenan disparos, golpes y gritos, se cierran las esposas sobre una manos jóvenes, estalla una bomba, hay una nueva muerte, cae la maza de algún juez tras dictar una terrible condena, mucha gente llora a sus seres queridos, algunos llantos se escuchan claramente, alguien los está amplificando a todo volumen; otros parecen tener prohibido hasta el lloro. Hay interés en silenciar su dolor, esconderlo. Es la banda sonora del agujero, la música hirientemente desafinada del conflicto.
¿Nos acercamos a la salida o nos adentramos más en una cueva laberíntica, cada vez más lejos de la superficie, del sol? En vano mira uno hacia lo que parece el fondo, deseando ver siquiera un pequeño rayo de luz, por tímido que sea. A lo sumo, se percibe que aumenta el griterío, sobre todo las llamadas a la venganza. Es la vieja llamada a la guerra santa, gritos de cruzada. Ya marcan el próximo objetivo: anular los ayuntamientos gobernados por la izquierda abertzale. Así saldremos del túnel, proclaman, pero sólo quieren llevarnos a lo más oscuro de nuestra historia. Repetir una y otra vez las fórmulas que impiden a esta pueblo disfrutar de la vida al aire libre de la libertad. Quieren hacer, precisamente, lo menos indicado para salir de un túnel: cerrar huecos con nuevas paredes.
Nos parece que estamos en un túnel porque recordamos la agradable sensación de la luz cuando se abrió un tiempo que creímos de soluciones, algo que ya nos había ocurrido también en tiempos de Lizarra-Garazi y en las conversaciones de Argel. Aquellas claridades quedaron atrás y frente a nuestros ojos sólo parece haber un gran vacío negro. Pero ¿y si en realidad estuviéramos en un agujero?
Hace muchos años escribí un artículo de opinión en el que criticaba una idea que la izquierda abertzale solía repetir por aquellos tiempos. No estamos condenados a vencer, decía, en contra de lo que afirmaba la consigna, entonces bastante de moda. Lo que quería subrayar es que el futuro no está escrito, y ahora pienso lo mismo. No está escrito que al otro lado haya luz. No basta con tener paciencia y seguir andando, porque puede que estemos dando vueltas en círculo sin darnos cuenta. Hay que abrir un agujero para que entre la luz, hay que tumbar una de las paredes para convertir el hueco en la salida del túnel. Y esto no se hace esperando, ni entregándose a una carrera de condenas, descalificaciones y persecuciones. Lo necesario es ponerse manos a la obra. Esta es la gran obra que Euskal Herria necesita, la inversión más rentable, el progreso, el verdadero desarrollo, la libertad y la paz.