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Sabino Cuadra Lasarte abogado

Nos mecen con cuentos

Aún a sabiendas de que la libertad de expresión en el Estado español permite a Tardá gritar «muerte al Borbón» y a Manuel Fraga asegurar que «hay que colgar a los nacionalistas», pero no deja espacio para el «aurrera bolie!» de Iñaki de Juana Chaos, el autor se atreve a afirmar que «la inmensa mayor parte de los banqueros, consejeros y directivos de multinacionales, presidentes de gobierno y ministros de economía, así como la plana mayor al completo de las distintas organizaciones internacionales -OMC, BM, FMI, G-8, G-20,...- son criminales de guerra y genocidas de paz». A lo largo del artículo explica con detalle el fundamento de su afirmación y denuncia las mentiras con las que esos «criminales y genocidas» pretenden engañar a la sociedad.

La libertad de expresión florece en nuestro país. Ya se puede gritar «muerte al Borbón», como lo hizo el diputado de ERC, Joan Tardá, sin que a uno le pase mayor cosa que ser calificado de «primario» por Bono. Y también se puede afirmar, como lo ha hecho Fraga, carnicero en Gasteiz y Montejurra, que hay que «colgar a los nacionalistas», porque eso tampoco es delito. Quizás De Juana Chaos, a quien se persigue por afirmar eso tan genocida de «aurrera bolie!» («¡adelante con la pelota!»), no comparta esa opinión, pero, en fin, así es la vida, llena de contradicciones ella.

Visto lo anterior, y advirtiendo, por si acaso, que está lejos de mi intención pronunciarme en favor del ajusticiamiento o linchamiento de nadie -menos aún de utilizar expresión futbolístico-terrorista alguna-, quiero aprovechar la ocasión que me brindan las frases de Tardá y Fraga para afirmar algo que tengo atragantado desde hace bastante tiempo. Allá va: la inmensa mayor parte de los banqueros, consejeros y directivos de multinacionales, presidentes de gobierno y ministros de economía, así como la plana mayor al completo de las distintas organizaciones internacionales -OMC, BM, FMI, G-8, G-20...- son criminales de guerra y genocidas de paz que debieran ser juzgados y condenados a galeras sin más tardar. Me explico.

Cuarenta millones de personas más han pasado durante este año a engrosar la lista de los más de 950 millones de seres humanos que pasan hambre en el mundo. Más de 30.000 niños y niñas mueren diariamente por enfermedades ligadas a lo anterior, fácilmente curables en nuestra sociedad. El precio que cuesta mantener tan solo un mes la guerra y ocupación de Irak y Afganistán serviría para erradicar esta hambruna. Y hablando de cifras más cercanas, con tan solo la cuarta parte del dinero que el Gobierno español está poniendo en manos de la banca española para solucionar sus problemas de liquidez, se podría hacer otro tanto.

Mientras tanto, todos los gobiernos y parlamentos del planeta han celebrado con todo tipo de declaraciones, lunches, exposiciones y actos el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En Nafarroa, para no ser menos, se hizo una lectura pública en el Parlamento Foral de los treinta artículos de su texto, sumándose a este paripé no solamente sus fuerzas políticas al completo, sino también un nutrido grupo de ONG (Manos Unidas, Cruz Roja, Medicus Mundi), colegios religiosos e ikastolas (Teresianas, San Fermín) e, incluso, jugadores del Portland. Realmente entrañable. En el fondo, todos somos buenos.

Lo dijo León Felipe: «Digo tan solo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos; que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos; que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...». Eran otros tiempos. León Felipe nació 1884 y en aquella época no existía la televisión, ni la prensa diaria, ni la ONU, ni el Parlamento Foral... En todos estos órganos, cada dos por tres, se celebra ahora el día de la tierra, el del medio ambiente, el de todos a una contra la lacra de la violencia de género, o contra el hambre, o contra la pobreza... Después, los medios de comunicación dedican programas especiales y suplementos a glosar el día y a propagandear las declaraciones unánimes de nuestros políticos, preocupados como pocos en acabar con todo lo malo y en apoyar todo lo bueno. Ellos son así: sepulcros blanqueados, hipócritas impenitentes.

Son datos recientes. Los han publicado estos días pasados el FMI, la oficina estadística de la Unión Europea -Eurostat- y el Ministerio de Trabajo. El Estado español bate hoy tres récords de los que se avergonzaría cualquier gobierno y político que no tuviera una catadura y cara dura similar a la de los que por aquí padecemos. Tenemos, con mucho, la tasa más alta del paro de toda Europa (11,3%), uno de los mercados laborales más flexibles del planeta (un tercio de todos los contratos son temporales) y, por si fuera poco, somos también el único país de la OCDE en el que, en la época de bonanza económica y vacas gordas, el poder adquisitivo real del salario medio bajó un 4%. ¿Alguien da más?

Me basta con esos tres datos. Me sobra lo demás. Miente Zapatero, miente Solbes, miente Rajoy, miente Ibarretxe, miente Sanz... Todas las propuestas, enmiendas, proclamas y posturitas con las que se justifican a diario no son más que cuentos. Pretenden dormirnos con cuentos, ahogar nuestros gritos con cuentos. Y buscan, junto a ello, encubrir la mafia bancaria, ocultar la rapiña empresarial, lanzar cortinas de humo sobre sus crímenes y latrocinios, envolver en pomposas declaraciones a favor de los derechos humanos sus constantes violaciones de los mismos... Los presupuestos que preparan son más de lo mismo: dinero para la banca, para el cemento, para la guerra, para la casa real, para comprar a políticos y sindicalistas... y nuevas vueltas de tuerca en el terreno laboral, en el de los servicios y atenciones sociales, en el de los derechos y libertades.

Los medios de comunicación recogen y propagan la versión de que es la crisis la causante de esos nuevos cuarenta millones más de pobres, de ese casi millón más de parados y paradas con que vamos a cerrar 2008... Pero para poder hacer frente a esta situación desde postulados de izquierda debemos comenzar por negar la mayor: no es la crisis quien produce el hambre y el paro, sino el propio sistema. Si se aplicaran recetas de justicia y solidaridad, no habría más gente hambrienta ni parada. Empobreciendo tan solo a unos pocos cientos de supermillonarios, democratizando las estructuras políticas y económicas de esta sociedad y desmilitarizando los presupuestos públicos, la crisis tendría una salida muy diferente. La recesión no es el problema, el problema es la injusticia y el criminal reparto de riquezas existente hoy en el mundo.

El peor terrorismo existente, el que de verdad tortura y mata con su hambre, con su paro, con su guerras preventivas y humanitarias... no es el que nos cuentan. Los genocidas de hoy visten Armani, juegan en Bolsa y se sientan en todo tipo de foros e instituciones. Bin Laden es un niño travieso comparado con la insensibilidad ante el dolor, el hambre y la muerte de toda esta gente. Mecen nuestra cuna con cuentos, pero debemos permanecer despiertos. Los terroristas son ellos.

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