Sundus Butros decidió no seguir a sus tres hermanos en el camino del exilio pese al secuestro de uno de ellos y celebró ayer la Navidad junto a sus dos hijos en la iglesia de la Virgen María del Sagrado Corazón, situada en un barrio que fue escenario de la rebelión chiíta en Bagdad.

Aquí, como en la mayoría de las 35 iglesias que abrieron ayer en la capital iraquí, la mayoría de los que fueron a misa eran mujeres y menores.

Los templos estuvieron rodeados de agentes del Ejército y de la Policía, en un amplio despliegue en las calles de Bagdad.

«Muchos hombres han sido secuestrados, asesinados, o simplemente se han quedado en paro desde 2003. Es normal que huyan de Irak para ganarse la vida e intentar agrupar luego a sus familias», señala Butros.

Ella misma, de profesión farmacéutica, y su marido, médico, intentaron instalarse en Damasco (Siria), aunque tuvieron que regresar por problemas de compatibilidad de sus diplomas.

Antes de 2003 había 400.000 cristianos registrados en Bagdad. A día de hoy no suman ni la mitad.

La comunidad cristiana en Irak apenas representa el 3% de los más de 28 millones de personas que viven en el país, y muchos han huido del país desde la invasión estadounidense.

Shlimun Warduni, coadjutor del patriarca caldeo, recuerda que «los cristianos estamos aquí desde hace 2.000 años». «Seguimos aquí para dar testimonio de que Mesopotamia no fue islamizada hasta finales del siglo VII pero nuestra gente está cansada y tiene miedo de morir en cualquier momento».

Atentados y ataques

Al menos cinco iraquíes murieron y 27 resultaron heridos en sendos atentados en Bagdad.

El primero tuvo como escenario el barrio chiíta de Chola y dejó un saldo de cuatro muertos. En el también chiíta barrio de Kazamiyah murió otro civil y resultaron heridas 14 personas, entre ellas tres policías.

Finalmente, un soldado estadounidense murió ayer de las heridas sufridas en un ataque en Mosul, en el norte de Irak.