Festines, cine y libros
Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
La comida nos guía hacia las ensoñaciones del paladar, en busca de destinos placenteros, rumbo al disfrute de los sentidos. En ocasiones, el cine y la gastronomía viajan de la mano para seducirnos con la magia culinaria retratada por la cámara y nos regala momentos muy apetecibles.
Cine, gastronomía y literatura forman un suculento tandem que nos lleva hasta historias como las contadas en «El festín de Babette». Algunas de las narraciones de Karen von Blixen-Finecke, como la de Babette, han sido transformadas en imágenes con notable éxito. «Memorias de África», dirigida por Sydney Pollack, es una de ellas. Siete premios Óscar sirvieron para renovar el interés por la escritora danesa y por la correspondencia que permitió hurgar en su intimidad. Otro de sus títulos con éxito fue precisamente «El festín de Babette», una cinta firmada por Gabriel Axel que también obtuvo un Óscar por la mejor película extranjera. Basada en un cuento del libro «Anécdotas del destino», «El festín de Babette», su guión transformado por el realizador danés, nos acerca hasta una pequeña comunidad de protestantes luteranos en la Dinamarca del siglo XIX. Dos hermanas solteronas, Philippa y Martina, hijas del pastor que dirige religiosa y moralmente la comunidad, se quedan al servicio de los fieles tras la muerte del padre, cuidando de ellos y de su fe y renunciando a su propia felicidad. De repente, como caída del cielo, aparece en sus vidas Babette, una francesa huida de la Revolución de la Comuna de París que les pide que le acojan como sirvienta en su casa. Los años pasan y todo parece trascender al tiempo, la vida sucede lejos de ese mundo hermético. Hasta que un día, la francesa gana una suma considerable de dinero jugando a la lotería y decide celebrarlo con un banquete por todo lo alto. La propuesta irrumpe como una amenaza en la devota población, que no ve con buenos ojos ningún tipo de disfrute o placer de los sentidos. Hasta ese momento, todos los habitantes del diminuto pueblo habían concebido la vida como un lugar de sufrimiento, austeridad, represión y miedo. Ese día Babette les ayuda a comenzar a romper moldes. Con el festín todo cobra vida, estimulando el placer de los sentidos, Babette consigue al fin que los austeros personajes disfruten. Las hostilidades desaparecen, los viejos temores, los silencios y rencores... Al final de la maravillosa, silenciosa e íntima cena todos se han abandonado a sus emociones. Comienza el momento del encuentro, de la disolución de lo reprimido...